Rodolfo Orosco Gil
Roma, Italia.
Y luego, saliendo de la sinagoga, vinieron a la casa de Simón y de Andrés juntamente con Santiago y Juan. La suegra de Simón yacía en cama con calentura, y al momento le hablan de ella, y llegándose la levantó, tomándola de la mano; y la dejó la fiebre, y ella les servía. (Cf. Mt 1,29-31)
Después del primer exorcismo, hecho a un nombre, en la sinagoga, que era de todos, ahora podemos observar, la primera curación hecha a una mujer en una casa particular. ¿Será que estos binomios, hombre-mujer, poseso-enferma, sinagoga-casa, nos están haciendo pensar que Jesús quiere comenzar a restaurar aquello que el demonio por envidia, había echado a perder en el Edén con Adán y Eva? Probablemente sí, porque aquella situación había dejado marcada a la mujer de por vida, como causa de la ruina de Adán, porque ella fue la primera en dialogar con la serpiente en comer y convidarle a él. Éste hecho se interpretó de tal modo que la mujer fue cosificada, se le quitaron sus derechos, y no tenía voz ni voto en las decisiones de la comunidad. No obstante, lo que escuchamos el domingo anterior, fue que el poseído era un hombre, por lo que pareciera que para el diablo era más cómodo o fácil poseer a un hombre que a una mujer. En cambio con la mujer de hoy, sólo vemos el padecimiento de un malestar, que si bien, la estaba haciendo sufrir, porque Marcos utiliza el verbo κατάκειμα (Katákeima) que en griego significa: yacer abandonado, estar enfermo, en latín Decumbo que quiere decir: derrumbarse al suelo, no era la misma situación del poseso, porque lo de ella era solamente una enfermedad del cuerpo. San jerónimo decía que sola no tenía la fuerza para levantarse, por eso ella no había ido a su encuentro, pero este médico misericordioso es el que va hasta donde ella está… y con su mano, toma la mano de ella, al momento se le quitó la fiebre, convirtiéndose él mismo, en el médico y la medicina. (Cf. Jerónimo, Homilía sobre el evangelio de San Juan)
Este primer milagro en Marcos es excepcional, Jesús se presenta extremadamente poderoso, no necesita hacer ningún gesto, no dice nada, no hace magia, simplemente se acerca, se agacha hasta donde ella está acostada, la toma de la mano y la fiebre la deja. Esta extraordinaria mujer, para agradecer su curación se puso a servir a Jesús y a los discípulos. Demostrando su valor y servicio. Lo mismo harán los primeros cristianos después de su conversión, servirán al evangelio y a la iglesia.
El evangelio comienza a borrar esa imagen distorsionada que se tenía de la mujer y nos enseña una nueva forma de mirarlas. Las mujeres ejercen también la diaconía, es decir el servicio tal y como se constata en las primeras comunidades cristianas, sin menospreciar a las de ahora. Si damos un repaso a la historia de todos los pueblos y de todos los tiempos, las mujeres siempre han sido una mano servicial y trabajadora. No se les ha reconocido en su momento y lamentablemente, a veces se les subestima por el hecho de ser de mujer, como si ser mujer, fuese sinónimo de debilidad o fragilidad, cuando el evangelio, la vida, la historia y los hechos cotidianos nos han demostrado todo lo contrario. En el caso del evangelio eso comienza cambiar desde el momento de la encarnación del Señor, dónde una Mujer es la protagonista de ese evento por su respuesta generosa y obviamente servicial. Con esta curación, Jesús continua revindicando el valor y la importancia de la mujer, pues ellas también serán las primeras testigos de la resurrección. Y es que para anunciar, aceptar y vivir el evangelio, es necesario ver a los demás con la misma dignidad y derechos, desde el momento en que esto se pierde, ya no se anuncia el evangelio, y la predicación es reducida a una simple ideología, y eso ya no es el mensaje de Jesús.
Las mujeres siempre han participado en el trabajo y los desafíos que les ha marcado la historia de su tiempo. Una prueba de ello en México, son las famosas “Adelitas”; llamadas así en honor a una mujer de Ciudad Juárez: Adela Velarde, mujer rebelde, enfermera y combatiente. Estas mujeres participaron en la revolución como soldaderas, enfermeras, cocineras y ayudantes de las diferentes tropas. O que decir de Petra Herrera, quien tuvo que cambiarse de nombre a Pedro para poder participar en la guerra; lideraba ejércitos, se hizo famosa por la astucia que poseía, ejemplo de ello fue que durante la segunda batalla de Torreón en 1914, apagó las luces de toda la ciudad para que la tropa pudiese entrar; gracias a eso obtuvieron la victoria, sin embargo Villa nunca le reconoció el mérito. Lo mismo podríamos decir de las mujeres zapatistas que planearon y dirigieron emboscadas, conseguían armas y caballos. Estas historias son tan verídicas, que películas como la Cucaracha de María Félix de 1958 dan testimonio de que las mujeres también eran protagonistas en las luchas armadas, aunque siempre se le han dado más créditos al hombre, haciendo de ellos, historias legendarias en las que a veces hay que omitir a la mujer para que no pierdan su protagonismo.
En la famosa película danesa “El festín de Babette de 1987 ganadora del Óscar a la mejor película de habla no inglesa, vemos otra faceta de como la mujer hace historia con su servicio, pues la protagonista, con una cena y su buena voluntad, le enseñó a sus comensales que presumían ser hombres y mujeres de fe, la esencia del evangelio. Así podríamos seguir citando más ejemplos, pero nunca terminaríamos, porque estoy seguro de que todos tenemos mujeres extraordinarias en nuestra familia que con su vida, servicio y profesionalismo de cada día son un claro ejemplo para toda la sociedad, por eso reconozcamos y valoremos el trabajado de todas ellas. Hace unos días, el 2 de febrero nuestra iglesia celebraba el día de la vida consagrada, donde las mujeres son especiales protagonistas, pues sin su noble servicio, entrega a la misión, a los apostolados, a la formación académica, moral, sanitaria, la iglesia no podría responder a todas las necesidades. Por eso reconocemos, valoramos y estimamos la oración y apostolado que desde la vida contemplativa y activa, las monjas y religiosas, ofrecen al mundo.
Ya tarde, cuándo se puso el sol, llevaban a él, todos los que se hallaban mal y los endemoniados, y estaba toda la ciudad agolpada a la puerta. Y curo a muchos aquejados de diversas enfermedades, y lanzó muchos demonios y no permitió que dijesen los demonios quien era. (Mc 1, 32-34)
Estos versículos nos sitúan el contexto de las observaciones judías, pues al ser sábado, no podían realizar absolutamente nada, también hay que tomar en cuenta que en el horario judío el día terminaba con la caída del sol. Por eso cuándo ya era de noche, es decir otro día, para no violar el sábado, la gente se esperó hasta ese momento para llevar sus enfermos ante Jesús. San Agustín decía: De ninguno de los antiguos se lee que hayan curado con tanta potencia una cantidad tan grande de personas, de tormentos humanos, sin calcular cuántos eran, el Señor curaba con su sola palabra. (Cf. Agustín., Comentario al evangelio de Juan 91.3) lo que demuestra que Jesús comenzaba a poner los matices de su mensaje, no sería un hombre cualquiera, porque sus palabras, su vida y acciones así lo manifestaban.
El evangelio nos dice que después de todo esto, al amanecer, muy oscuro aún, levantándose se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar. Seguramente una de estas acciones de Jesús fue lo que inspiró a la Madre Teresa de Calcuta, a decir que: “Para una hora de apostolado, dos horas de oración”. Y es que sin la oración el cristiano simplemente pierde el rumbo. El obispo deja de ser pastor, el presbítero, deja de ser cura de almas, el diacono de servir, la vida consagrada se desacraliza, el seminarista no le toma interés a su formación y el laico se olvida de Dios. La oración cristiana es tan necesaria para el alma, que el hombre moderno ha buscado todas las formas posibles de imitarla, ofreciendo técnicas y métodos donde las personas pueden encontrarse consigo mismo y con el universo, porque ha optado por dejar de decir Dios. Quizás esta palabra da a entender más bien que Dios le estorba, y no expresa un eclecticismo religioso. Porque para los que piensan así, Dios no es necesario, por eso es mejor no nombrarlo.
No nos dejemos engañar por todas esas formas incompletas de orar. La Sagrada Escritura es un medio insustituible para hacer oración, prueba de ello es la Liturgia de las horas, que por fortuna poco a poco se conoce más de ella entre el pueblo cristiano, en ella tenemos la santificación del día, de manera que a cualquier hora desde donde estemos, podemos orar con la palabra de Dios; sólo es cuestión de tomarle sabor, pues como enseñaba el papa emérito Benedicto XVI en una de sus catequesis de los miércoles cuando hizo referencia a los salmos, decía que a través de la recitación o canto de estos, Dios nos enseña como rezarle, que palabras dirigirle, como hablarle, de tal modo que son una extraordinaria pedagogía divina que ayudan al cristiano a hablar y a unirse a Dios. ¿De qué modo se distribuye la liturgia? La primera hora es el oficio de lectura, que va de las cero horas a las 6 de las mañana, laudes de 6 a 9, tercia de 9-12, Sexta de 12-3, Nona de 3-6, Vísperas de 6-9, Completas de 9- 12 de la noche. Como podemos ver la iglesia nos ofrece una forma bien detallada y ordenada para santificar el tiempo, practicar y vivir la oración. De tal forma que no podemos excusarnos de no saber rezar, si nunca tomamos el interés de preguntar cómo se hace y así poder aprender. Con el hábito de esta oración poco a poco se empieza tener el gusto de dedicarle un tiempo de más al Señor, porque ya sea antes o al final de la oración, siempre se buscarán minutos de más para hablar con Dios, porque Dios deja ser un desconocido y se convierte en alguien totalmente cercano. También tenemos el rezo del rosario o la oración del ángelus para medio día. Practicando estas formas de oración con el tiempo iremos conociendo otras y tendremos nuestro propio modo de hablar con el Señor. En el evangelio, en medio de tanto trabajo y tanta gente, Jesús buscó un momento especial para hablar con su Padre celestial, para contarle todo lo que había hecho, dicho y visto, no por que el Padre no lo supiera, sino simplemente porque el Hijo le compartía al Papá lo complacido que estaba de hacer su voluntad.
Después de esto Pedro entra en escena para decirle a Jesús que todos lo andan buscando, ante lo que Jesús expresa su voluntad de marcharse, para seguir anunciando, curando y liberando a las personas.
Es evidente que Jesús no quiere convertirse en el curandero del pueblo, no tiene ningún interés por ser famoso, por atraer masas, su objetivo es que la gente busque escuchar su palabra para que aprendan a ser felices. Como cristianos enfrentamos el mismo desafío, dejar lo comodidad, ver más allá de lo que ya hemos logrado, para ir en busca de lugares nuevos donde también podamos dar testimonio del Señor.