miércoles, diciembre 11, 2024
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Por P. Rodolfo Orosco Gil, Roma Italia

Debido a que el día de hoy comienza la semana Santa con la celebración del domingo de Ramos, y hay dos momentos de lectura del evangelio, la reflexión de este domingo estará dividida en dos partes, la prima corresponde al relato de la entrada triunfante de Jesús y la segunda a la Pasión del Señor.

La primera lectura que se hace del evangelio, pertenece al momento de la bendición de palmas que se lleva a cabo en el lugar designado para eso. Comencemos por lo tanto a reflexionar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Este acontecimiento está ubicado en el primero de 6 días que Jesús pasará en Jerusalén y este simbolismo comienza a manifestar la nueva creación. Jesús da la orden a dos de sus discípulos de traerle un burrito; ante la elección de este animal en particular, se deja entre ver, el tipo de mesianismo que manifiesta el Señor, porque no entra en un caballo como los reyes ni en un carro como los guerreros. Jesús entra victorioso en la justicia y la humildad montado en un pollino como lo había dicho el profeta Zacarías: “¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna”. (9,11) Es cierto que el profeta lo presenta como rey, pero no uno de esos a los que está acostumbrado el pueblo, es decir aquellos reyes que generalmente llegan al trono después de haber realizado muchas guerras, destruido ciudades o vencido a otros reyes. ¡No! El rey que profetiza Zacarías tiene la característica de que es justo, porque su justicia viene del cielo, él no se deja engañar por las apariencias y sabe perfectamente lo que a cada uno nos corresponde, es victorioso, porque ha vencido las fuerzas de mal, ha curado a los enfermos, ha suscitado la reconciliación entre las personas, ha predicado el amor y es humilde porque no le interesan el poder temporal, porque ha enseñado que la grandeza del hombre no está en el tener, sino en el ser. Por lo tanto, el reinado de Jesús es el servicio, no los honores y gloria como se suele entenderse en un imperio.

Para comprender mejor este significado, los exégetas nos explican que este gesto de Jesús como ya había mencionado, que se ubica en el primer día de 6, está representado la luz de la nueva creación. En cuanto al burrito que monta, no debemos de olvidar que éste es un animal de trabajo como el buey, que sirve al hombre para portar cargas pesadas, De tal forma que esto se convierte en un signo que ayuda a entender el reinado de cristo y su mesianismo, también es símbolo del pueblo que conocerá a su Señor. Por eso si la iglesia no es como el burrito y pretende ser el caballo dominante, se convertirá en un híbrido, en una mula estéril y sin razón, si a su vez pretende convertirse en ese carro alegórico de los guerreros, sólo se transformará en un fenómeno ridículo que no tendrá nada de interesante. Jesús monta un pobre burro, quitando con esto al caballo que simbolizaba muchas veces la soberbia, poder y arbitrariedad, también elimina el carruaje, símbolo de violencia y prepotencia y en cambio elige un burro que representa la simplicidad, trabajo paciente y constante que en su sencillez porta el peso de los demás. Entendamos por tanto que el reino de Jesús no es de este mundo, como se lo dirá a Poncio Pilato.

A menudo en México, el burro es visto como un animal marginal, inferior, demasiado simple, y puede ser que eso se deba a que estamos acostumbrados a alabar lo que se ve bien y despreciar lo que a nuestros ojos parece insignificante. No obstante, el evangelio nos cambia esa perspectiva. El hecho de que ningún hombre haya montado aun ese burrito, con eso se evidencia la dignidad real de Jesús, Orígenes decía: “Me parece que esta frase pueda aludir al hecho que antes de la venida de Jesús, los hombres que inmediatamente creyeron en él no estaban sometidos al Logos” (Cf. Orígenes, Comento al vangelo di Giovanni 10. 32, 207). Este término Logos es con el que se identifica a Jesús en los escritos de los Padres de la iglesia y en la literatura cristiana de los primeros siglos. Entendamos por tanto que no todo lo que brilla es oro. Ni todo es lo que parece.

¿Qué simbolismo tiene el hecho de que el pollino se encuentre atado? San Beda decía: “se ordena a los misioneros que si encuentran cualquier obstáculo, si alguno les impide liberar a los pecadores de los lazos del diablo y de conducirlos al Señor, no deben de abandonar y desistir la predicación, sino afirmar que el Señor necesita de ellos para edificar su Iglesia. En efecto por más cruel que sea el perseguidor, no puede oponerse a la salvación de aquellos que el Señor conoce como suyos, porque él los ha destinado a la vida eterna” (Cf. Beda, Omelia sui vangeli)

La multitud por su parte comienza a gritar, ¡Hosanna!, cuyo significado es: ¡Piedad, sálvanos! ¡Dios sálvanos! Esta Palabra o expresión en que en arameo se dice Hosa-na, en su variante hebraica Hosi- ah-na: ¡Te suplico sálvame! Es una invocación para pedir ayuda en la liturgia hebraica. San Jerónimo decía: lo que nosotros experimentamos en nuestra lengua con las palabras ¡Oh Señor Sálvame, en hebreo se dice Hosanna! Esta expresión dicha por el pueblo en su contexto se puede entender como una invocación que quiere decir: ¡Piedad sálvanos de los romanos! Después de esto en la iglesia adquirirá el significado de júbilo. Por eso en la liturgia cristiana tiene connotación de alabanza, saludo a Dios, como una manifestación de alabanza colectiva.

El pueblo en ese momento expresaba también la esperanza que tenía en el hijo de David. Por tal motivo esta expresión significa la plena identidad del Mesías salvador que está destinado a ser el libertador del poder romano y por lo tanto dará la felicidad. Sin embargo, para ellos esta espera después será vista como un fraude porque serán testigos de la condena que sufrirá el mesías al que aclamaron.

Y aquí es precisamente donde encontramos el punto de enlace con la lectura de la Pasión del Señor que se lee en la misa.

Al respecto del Domingo de Ramos solo hay que decir: que el inicio de la semana santa es un tiempo para intensificar nuestra amistad, oración y cercanía con Dios. Es cierto que este año vuelve a ser un tanto diferente en muchos lugares por la situación que estamos viviendo, pero esto no significa que ella pierde su valor salvífico, al contrario, es el momento en el que debemos manifestar que en verdad estamos convencidos de nuestra fe con todas las formas posibles para ser partícipes de las celebraciones, ya sea física o virtualmente. Lo importante es celebrar. La iglesia nunca se ha detenido ante nada para vivir su fe, ni las grandes persecuciones romanas sobre los primeros cristianos, ni la persecución religiosa en México o las calamidades que ha vivido en pueblos donde los extremistas musulmanes han querido acabar con ella lo han logrado, prueba de ello son las imágenes que nos regaló el Papa Francisco durante su visita a Irak. Es cierto que encontró ciudades destruidas, templos derribados, pero también se topó con la fe de un pueblo que aunque fue disminuido en su población de fieles, los que quedaron son una representación valiosa de quienes ya no están. Por lo tanto, vivamos nuestra fe estos días según se nos facilite y no olvidemos que cada semana santa nos debe de acercar más al misterio salvador de Cristo.

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