jueves, diciembre 12, 2024
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Quinientos tres años de la fundación de la Arquidiócesis Angelopolitana

Por: Pbro. José Luis Bautista González.

 

Por sugerencia del Rey Carlos I de España y futuro V de Alemania, el Papa León X con la bula “Sacri

Apostolatus Ministerio” del 24 de enero de 1518 erige la diócesis Carólense: “…con autoridad apostólica, a tenor de las presentes, erigimos e instituimos para siempre a la Villa o pueblo….en ciudad que se lame Charólense….bajo dicha advocación de la Bienaventurada Virgen Maria de los Remedios a favor de un solo obispo llamado Charólense….” Con sede en Yucatán, señalando en tres ocasiones, que no sabe de forma certera si el nuevo territorio se trata de una isla o tierra continental e infiriéndose en la misma, la posibilidad remota del traslado de la sede.

Correspondía al rey Carlos I, por los privilegios que se le habían concedido a su abuelo Fernando el Católico, con la bula “universales eclesial regiminis” del 28 de julio de 1508 el presidir el Patronato Real, gozando de todos sus privilegios, pero al también lo obligaba a sustentar al obispo, al clero, facilitar los viajes de misión, construir templos y hospitales así como presentar a candidatos a los obispados y fijar sus limites amen del pase regio y de la promoción de la evangelización de los naturales. Es por eso que el rey, por las facultades concedidas por tal bula, presentó al dominico Julián Garcés para ser el primer obispo, Con la bula “Devonionis Tuae Probata Sinceritas” del 13 de octubre de 1525 el Papa Clemente VII aprueba su petición.

Pero tras la emigración tierra adentro, desaparece la sede episcopal, por lo que fray Julián solicitó a Carlos I marcharse también y así por cédula real del 19 de septiembre de 1536, fijándose la nueva sede en Tlaxcala. Fray Julián, aun estando en Granada, España pidió que su catedral fuera erigida por título, no de los Remedios, sino de la Inmaculada Concepción de María y meses después, a principios de 1527 se trasladó a Sevilla para posteriormente viajar a la Nueva España, llegando a México a principios de 1528, donde permanece hasta 1531 y de ahí se traslada a su sede en Tlaxcala.

La causa principal del posterior traslado de la Sede episcopal de Tlaxcala a la recién fundada Puebla aparece en el acta capitular, firmada por Fray Julián Garcés y otras personas fechada el 20 de septiembre de 1541, señalando como razón el hecho que en Tlaxcala no había un templo digno y en Puebla ya existía un templo terminado para ocupar dicha sede. En el acta capitular del 30 de enero de 1543 se asienta que Carlos I confirmó dicho traslado. Y así en la Real Cédula firmada en Valladolid, España el 6 de junio de 1543 por el Príncipe Regente, Felipe, futuro rey de España, se afirma y se ratifica plenamente que la “Ciudad de la Puebla de los Ángeles” sea la sede definitiva del obispo Carolense.

Cabe mencionar que esta diócesis quedo como sufragánea de la Sede Arzobispal de México con la bula “Super universas Orbis Eclesial” del Papa Paulo III. Así pues, los Obispos que han gobernado esta Diócesis hasta el año 1904 fueron 33. Mencionando esa fecha como la de un cambio, ya que, en esos años, el Venerable Obispo Ramón Ibarra y González (1902-1917) hizo las gestiones ante la Santa Sede Apostólica de Roma para que la Diócesis fuera elevada a Arquidiócesis, lo que logro el 9 de agosto de 1903, cuando por las Letras Apostólicas, el Papa San Pío X aprobó y confirmó la elevación al rango de Arzobispado de Puebla de los Ángeles.

Por tanto, hemos contado con ocho arzobispos, contando al mismo venerable Ramón Ibarra y González, los que se suman a los 33 obispos que ya he mencionado para dar el total de 39 prelados que han gobernado esta sede.  Respecto a los obispos que la rigieron hasta el momento de su elevación a su condición arquidiocesana actual cabe mencionar algunas precisiones: cuatro obispos no gobernaron directamente: Pablo Gil de Talavera (1543-1545) ya que murió antes de tomar posesión; Ignacio Urbina (1702-1703) quien a causa de su avanzada edad y de sus enfermedades renunció al Obispado de Puebla cuando ya había recibido las bulas; García de Legaspi Velasco (1704-1706) quien tomo posesión por apoderado, la gobernó pero no recibió las bulas respectivas y Pedro González García (1738-1743) quien tomo posesión de la diócesis por apoderado pero no la gobernó por no haber podido embarcar. También hubo dos obispos promovidos, pero no se les menciona como residenciales porque no recibieron las bulas: Juan de Santa María Saenz de Mañosca (1656) quien fue trasladado de Guatemala a Puebla, pero murió en el trayecto, así como José María del Refugio y Alba (1887) quien fue trasladado de Zacatecas a Puebla, pero murió poco después de su promoción sin haber recibido las bulas.

Igualmente, ciñéndonos a sus biografías, podemos afirmar que esta humilde porción del pueblo de Dios ha sido gobernada por hombres insignes que la han beneficiado por los diversos carismas que el Señor les ha brindado: y que a lo largo de la historia en sus diversos procesos no solo han tenido un papel a nivel diocesano sino también a nivel nacional en los diversos campos de la cultura:  humanistas insignes como lo fueron Fray Julián Garcés  y el beato Juan de Palafox y Mendoza; pastores santos y sensibles de la Teología de la Cruz como lo fueron: Manuel Fernández de Santa Cruz, el venerable Ramón Ibarra y González, Pedro Vera y el mismo Juan de Palafox y Mendoza; prelados imbuidos en la problemática de nuestra Patria como fueron; Diego Osorio Escobar y Llamas, Antonio Joaquín Pérez Martínez, Francisco Pablo Vázquez y Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos; hombres sabios y  doctos como lo fueron Juan Antonio de Lardizábal y Elorza, Pedro González García, Francisco de Paula Verea, José María Mora y Daza; grandes constructores de la diócesis tanto en lo material como espiritual como lo son nuevamente el ilustre don Juan de Palafox, Ramón Ibarra y González, Octaviano Márquez y Toriz y Rosendo Huesca Pacheco; humildes y piadosos como lo fueron: Martin Sarmiento, Antonio de Morales y Molina, Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu, Francisco M. Vargas, Ignacio Márquez y Toriz y Ernesto Corripio Ahumada, entre otros.

Cabe mencionar que este territorio angelopolitano ha sido gobernado por más de 150 años solo por 8 obispos y que entre los episcopados más extensos se cuentan el de  Rosendo Huesca Pacheco (1977-2009) con más de 31 años; el de Diego Romano (1578-1606) con más de 28 años; el de Manuel Fernández de Santa Cruz (1676-1699) con más de 23 años; el de Octaviano Márquez y Toriz (1951-1975) con mas de 24 años; el de Pedro Vera y Zuria (1824.1845) con más de 21 años y el de Domingo Pantaleón Alvarez de Abreu (1743-1763) cuya labor fue de casi 20 años. Y en la actualidad, desde hace prácticamente 12 años, por Don Víctor Sánchez Espinoza, quien se ha destacado como un pastor con olor a oveja, el cual la ha recorrido ya en varias ocasiones, aun llegando a lugares agrestes o recónditos, y el cual ha destacado durante su episcopado por su afabilidad, sencillez y humildad.

Es importante mencionar para quienes aman esta ciudad Angelopolitana y su historia religiosa, que pueden admirar en la sala capitular de la Catedral las pinturas de éstos insignes prelados: al fondo de esta, en el lugar de honor, se encuentran dos medallones de estilo florentino con los retratos del Papa León X y del Emperador Carlos V, cuya importancia en la fundación de esta diócesis fue fundamental; en las paredes de esta sala, en dos hileras, aparecen los retratos al óleo de cada uno de los obispos de la Arquidiócesis Angelopolitana. En los mismos retratos, en la parte superior se halla el elogio en tres adjetivos y, al calce, una síntesis biográfica de cada uno de los obispos.

De tal forma que, por su importancia en su desarrollo y su inmensa labor, puedo afirmar sin temor a equivocarme, que la historia de esta Puebla de los Ángeles no podría entenderse sin la actividad de cada uno de los 39 obispos que han gobernado esta antiquísima diócesis: cada uno de ellos ha puesto su ministerio, inteligencia, esfuerzo, tesón, valor, energía, ciencia, piedad, alegría, entusiasmo, junto con los sufrimientos, problemas y calumnias que han sufrido, dando con ello testimonio de la teología de  la Cruz, para que podamos entender desde la fe que esta Iglesia ciertamente esta cimentada en el hombre, pero que su basamento es Cristo ya que en vano se cansan los albañiles si el Señor no construye la casa.

A todos ellos junto con sus cabildos catedralicios, presbiterios y fieles que han trabajado infatigablemente por esta Diócesis a lo largo de más de cinco siglos, mi más profundo reconocimiento y mi oración para que el Señor recompense sus esfuerzos y trabajos, tanto en su peregrinar por este mundo, como en la eternidad.

Finalmente, quiero externar un reconocimiento a Don Rosendo Huesca Pacheco, de feliz memoria, por la ardua labor que realizó durante su episcopado, al frente de su rebaño y quien nos dejo hace más de tres años.

Igualmente le ruego a Dios, que siga llenando de sus bienes, dones y carismas al cuadragésimo obispo de Puebla y octavo arzobispo, Don Víctor Sánchez Espinosa, en estos momentos tan difíciles que nos ha tocado vivir. Al tener que desempeñar su misión en medio de una pandemia que hasta el momento y según cifras oficiales, ha costado la vida de más de 148,000 mexicanos, entre ellos, miles de poblanos y 38 clérigos y religiosos que han sido llamados a la casa del Padre durante estos terribles meses, tanto por el COVID-19 como por otras causas. Empero, debido a que la vida ha de continuar y que nada debe impedirnos, ni continuar en nuestro servicio, ni de evocar las grandes fechas de nuestro pasado es por lo cual he redactado estas líneas, para evocar y festejar un aniversario más de la fundación de nuestra querida Arquidiócesis.

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