martes, abril 16, 2024
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Por P. Rodolfo Orosco Gil

Roma, Italia.

Desde la resurrección hasta el domingo de hace ocho días, hemos sido testigos de todas las pruebas que Jesús ofreció a los apóstoles para demostrarles que en verdad estaba vivo y que la resurrección es una realidad. Se entiende por tanto que si aún permanecía la duda, a estas alturas ya tendría que estar superada. Por tal motivo, a partir de hoy el discurso de Jesús se centrará en manifestar los matices que caracterizan y distinguen su estrecha relación con los discípulos, es decir con su iglesia.

Yo soy el Buen Pastor

En el texto original escrito en griego se dice así:’εγώ ειμι ‘ο ποιμην ‘ο καλός.  Ahora bien Ποιμνην no sólo significa pastor, sino que también tiene las connotaciones de: señor, jefe, pastor de almas, maestro y guía. Por su parte καλός en primer lugar significa bello, y luego el diccionario nos ofrece un elenco de significados que enriquecen nuestro conocimiento ya que también quiere decir: noble, honorable, glorioso, virtuoso, genuino, bien, en buen modo y desde luego bueno. Como podemos darnos cuenta en griego existe una amplia variad de significados que acrecientan nuestro vocabulario y en este caso estimulan la comprensión de las palabras del evangelio. Por su parte el latín esta frase la traduce así: Ego sum pastor bonus.

Bueno y bello, son dos adjetivos que caracterizan a nuestro pastor y no podemos dejar de cuestionarnos por qué Jesús quiso ser reconocido así. Por eso, para profundizar más sobre el significado de lo bello recurramos a la explicación que la filosofía nos ofrece. Lo primero que hay que decir es que bello significa originariamente: contemplable, digno de verse, brillante, resplandeciente. De tales afirmaciones podemos entender como poco a poco nace el significado que en la actualidad se le da. Pero esto no sucede sino después del siglo XVIII, cuando lo bello coincide con la noción de persona u objeto estético, de tal forma que en el mundo de hoy este adjetivo es muy utilizado para describir lo agradable de las personas, animales o cosas sólo por su apariencia externa. De tal suerte que si hacemos una comparación con los animales, para muchos un conejo resulta ser tierno, agradable y bello, mientras que un tlacuache es repudiado, y asesinado simplemente porque se le considera un animal estéticamente feo. Lo que resulta ser una verdadera injusticia. Por suerte, la belleza de la que habla Jesús, no se refiere a eso, pues mientras no dejemos tales prejuicios, siempre habrá discriminaciones entre las personas, simplemente porque a algunos se les considera guapos o bellas y a otros no. Pensemos por ejemplo en aquella abuela que dice que sus nietos preferidos son los bonitos, los que nacieron güeritos, mientras que los morenitos y no se diga si tienen alguna característica especial en el cuerpo, automáticamente son tratados con desdén.

En la actualidad mucha gente se desgasta por tener la mejor apariencia, se busca le belleza estética del rostro y del cuerpo, y prevalece el interés por lo que es agradable a la vista. Estos estándares de belleza sería las sirenas de nuestro tiempo, es decir aquellos seres mitológicos que encantaban a los marineros ya sea por la belleza de su rostro o la de su canto. En la historia de la Odisea, obra de Homero en la literatura griega, Ulises preparó a su tripulación para evitar la belleza de la música de las sirenas tapándoles los oídos con cera; deseoso de escucharlas él mismo, se hizo atar a un mástil para no arrojarse a las aguas al oír su música. Entendamos por lo tanto que la belleza cuando se reduce sólo a lo externo, puede conducir a la muerte, mientras que la belleza interna es la que se convierte en motor de vida. Por fortuna Jesús no se esta refiriendo a lo externo. Además que la filosofía para seguir comprendiendo mejor el significado de lo bello nos ofrece 5 características que lo pueden definir: 1) Lo bello como manifestación del bien, 2) lo bello como manifestación de lo verdadero, 3) lo bello como simetría, 4) lo bello como perfección sensible y 5) lo bello como perfección expresiva. No podemos profundizar en todos pero si comentar algunos.

La primera definición es el argumento platónico, ya que según el filósofo en el diálogo del Fedro, únicamente a la belleza, entre todas las sustancias perfectas, le ha caído la suerte de ser lo más esplendoroso y amable. Más adelante el filósofo Plotino dirá que en el Uno es decir en Dios; y el Uno y Dios son definidos como “el Bien” y por lo tanto bello, este Bien suministra la belleza a todas las cosas, porque lo bello en su pureza es el bien extendido y todas las otras bellezas son adquiridas porque resultan de él. Respecto a la belleza como manifestación de la verdad, para el filósofo Hegel belleza y verdad son la misma cosa y sólo se distinguen por que la verdad es la manifestación objetiva y universal de la Idea y la belleza es su manifestación sensible. En definitiva no podríamos terminar de definir qué es lo bello, lo es cierto es que todo esto enriquece nuestra comprensión del porque Jesús en griego es el pastor Kalós, es decir el bueno y bello.

Por su parte los expertos en la biblia nos dicen que el adjetivo Kalós también podría ser traducido como “Hermoso”, ya que esto encierra una idea de bondad, nobleza y perfección. En cuanto al tema del pastor y de las ovejas nos damos cuenta que éste tiene sus raíces profundas en el AT y que además fue empleado por Jesús en varias ocasiones (Mt 10, 16; 18, 12-14; Lc 15, 3-7). La expresión “El buen Pastor”, en su forma absoluta, no nos está indicando una oposición al malo, ni tampoco hace referencia a lo verdadero en contraste con lo falso, sino que en razón de su contexto, quiere significar el “auténtico”, es decir, aquel que desempeña plenamente este nombre y cumple las esperanzas y promesas de los profetas. De esta manera Jesús se presenta como el personaje mesiánico y utilizando esta expresión de Yo Soy el buen pastor se apropia de aquello que ya el salmo 23 nos resaltaba. San Gregorio Magno comentaba al respecto: “El Buen Pastor es bueno para nosotros. Aquel que,  no por gracia accidental, sino por esencia es bueno dice: Yo soy el buen pastor, y añade en que consiste su bondad, que nosotros debemos imitar cuando dice el buen pastor sacrifica su vida por sus ovejas y así lo hizo”. (Cf. Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, 1, 14, 1.)

En versículos anteriores al relato de hoy, Jesús se había presentado diciendo Yo Soy la Puerta, a través de la cual las ovejas pueden ingresar al redil. Tal declaración con la que se autodenomina Jesús al insistir tanta veces en el Yo Soy, hace que inmediatamente venga a la memoria aquel pasaje de la zarza en el AT, en el que Dios le revela a Moisés el nombre con el que debe de ser reconocido delante del faraón y el Pueblo. Esta expresión es muy recurrente en la obra de Juan, porque en varias ocasiones Jesús la utiliza, como por ejemplo cuando dice Yo Soy la Luz, Yo soy la Resurrección, Yo Soy el Camino la Verdad y la Vida, Yo soy el Pan vida eterna… etc. En este caso, al denominarse pastor, esto podría ser interpretado como una referencia a su actividad mesiánica en estrecha relación con las ovejas que el Padre le ha dado. Jesús no será un pastor más de los muchos que ya ha habido, sino el verdadero pastor que el hombre de todos los tiempos necesita.

El buen pastor da su vida por sus ovejas

La imagen del pastor fue muy utilizada en el antiguo oriente y era una forma muy habitual para referirse al rey. En ella además se logra encontrar la gozosa esperanza que albergaba el corazón de todas las personas que esperaban con ansias la llegada del Mesías. Motivo por el cual, Dios les hace la promesa de concederles un pastor. Este Pastor amará tanto a su rebaño, que no dudará en dar la vida por él. Desde el triduo pascual hemos sido testigos de que en verdad el Señor así lo demostró muriendo en la cruz.

El asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona a las ovejas y huye

Las palabras de Jesús en este domingo son un verdadero contraste contra todos aquellos falsos pastores que el mundo ha tenido o tiene. Tertuliano decía: “A los malos pastores se les pedirá cuentas. Un pastor así será arrojado de la finca, se le retendrá la paga de su encargo como compensación, y más aún se le exigirá restituir su sueldo anterior por el daño sufrido por su Señor”. (Cf. Tertuliano, La huida en tiempo de persecución, 11, 2.). Jesús puntualiza además que los intereses del pastor, son totalmente distintos a los del asalariado. Incluso denuncia que éstos sólo son movidos por su propio beneficio, porque en el momento de la prueba se muestran dispuestos a sacrificar a cuantas ovejas sea necesario con tal de salvar su propia vida. San Gregorio Magno vuelve a comentar al respecto: “Hay algunos que por amar sus bienes más que a las ovejas, con razón pierden el nombre de pastor… no se llama pastor sino mercenario a quien apacienta las ovejas del Señor no por amor íntimo, sino por las ganancias temporales”. (Cf. Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, 1, 14, 1.)

Y el lobo las roba y las dispersa y es que a un asalariado no le importan las ovejas

En la lógica del asalariado que está ávido de ganar dinero, el dar la vida no es una ganancia, por eso si el lobo llega no las defiende porque teme perder la vida. San Gregorio Magno vuelve a decir: “El lobo viene sobre las ovejas cuando cualquier injusto o raptor oprime a las que son fieles y humildes; y el que parecía ser pastor y no lo era, desampara las ovejas y huye, porque como teme verse envuelto por él en algún peligro no se atreve a oponerse a su injusticia”. (Cf. Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, 1, 14, 2.). En cambio el dueño, se quedará con ellas para defenderlas. Lo cierto del mundo contemporáneo, es que en la actualidad muchas personas huyen del buen pastor  y en cambio buscan refugio en el lobo, incluso aunque las mate y las disperse. Como ya lo hemos notado, en esta parábola, aparece el lobo como otra figura negativa paralela a los ladrones o bandidos, todos ellos son totalmente contrarios al actuar de Jesús. San Gregorio Magno nos insiste diciendo: “cuando el diablo mata con las tentaciones al pueblo fiel, es como el lobo que dispersa el rebaño” (Cf. Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, 1, 14, 3.)

Probablemente esta imagen del lobo está haciendo referencia a los fariseos que se oponen rotundamente a Jesús. Pero ampliando un poco más el criterio, también es posible que el lobo esté representando al diablo que por excelencia es enemigo del género humano desde aquella vez que propicio su caída en el Edén. En el prendimiento en el huerto de los olivos, podríamos entender con mucha claridad que cuando éste llegue en la persona de Judas para arrestarlo, Cristo saldrá a su encuentro, aceptará ser arrestado y morirá, pero salvará la vida de sus discípulos.

Yo soy el buen pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que atraer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor.

El verdadero pastor conoce a su rebaño y lo ama, su amor es tan grande, que supera las barreras territoriales y se extiende a todo el mundo. Esta parábola no es un mensaje dirigido únicamente al pueblo judío, sino que también incluye a los pueblos paganos, quienes de igual modo escucharan su voz para congregarse en un solo rebaño. Entre Jesús y sus ovejas existe una estrecha, profunda e íntima relación. El pastor las conoce, pero no desde una perspectiva intelectual, sino de afecto. Por tal razón el pueblo como respuesta a este amor también debe reconocer su pastor. El mejor modelo que podemos tener al respecto es el ejemplo del Padre y del Hijo, pues así como ellos se conocen, de la misma forma nosotros también tenemos que hacerlo.

En la actualidad no dejan de surgir falsos pastores por todos lados, a veces tienen forma de personas y en otras ocasiones de ideologías. Ofrecen atractivos beneficios para ser atraídos y una vez atrapados en sus mentiras, lo único que hacen es dar muerte y destrucción. Por eso siempre debemos de estar atentos para saber distinguir la voz de Jesús entre todas aquellas que quieren ocupar su lugar.

No podemos ignorar que el evangelio de este domingo nos esté remitiendo a pensar en los pastores que guían a la iglesia, empezando por el Papa, hasta aquel humilde párroco que trabaja en una comunidad rural. Todos los sacerdotes, sin importar si es obispo, presbítero o diácono estamos llamados con urgencia a no olvidar que el modelo de pastor que debemos seguir es el de Cristo, y tenemos que ajustarnos a él, no Cristo a nosotros. Por eso en este domingo se espera que todos recemos por las vocaciones para que Jesús siga concediendo buenos pastores a su rebaño.

Finalmente, si bien es cierto que también la iglesia espera de sus sacerdotes ésta especial característica de Jesús, lo mismo se anhela en los padres de familia que adquieren la tarea de cuidar a su pequeño rebaño. Pues tanto el padre y la madre cumplen esa función dentro de la familia. Ellos son los que aman, educan, corrigen, cuidan, y ponen límites a los hijos. Y si esta tarea se desempeña desde la perspectiva del buen pastor, lejos de ser una carga, se convertirá en una noble tarea de amor que hace sólidos los cimientos de la familia. Que Dios nos conceda ser dóciles a la voz del buen pastor y nos libre de las garras del lobo.

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