viernes, julio 26, 2024
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Por Rodolfo Orosco Gil

Roma, Italia.

Jesús llamó a los doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles la autoridad sobre los espíritus inmundos.

Para ser un verdadero discípulo, lo primero que se tiene que experimentar es el llamado de Dios, de no ser así, el anunciar su mensaje se puede convertir en una mera iniciativa propia, con fines personales. Por eso la Iglesia ha considerado muy importante, el formar de manera responsable a los futuros sacerdotes en los seminarios, o en las casas de formación en el caso de la vida consagrada. De tal forma que los llamados a servir a Dios en estas vocaciones específicas, continúen con la labor misionera de los apóstoles en nuestro tiempo.

¿Por qué la tarea de los doce apóstoles fue tan importante para la naciente Iglesia? Porque ellos se dedicaron a transmitir las enseñanzas que recibieron del mismo Jesús, porque, al ver, escuchar, y compartir la vida con Cristo, se convirtieron en la mejor garantía que aseguraba que las enseñanzas del Mesías serían cuidadosamente transmitidas por toda el mundo con máxima fidelidad. En la actualidad, los obispos, sucesores de los apóstoles, en unión con el Papa, son los encargados de custodiar la fe en todo el mundo.

Por otra parte, es importante considerar, que de la misma forma en que se estima la vocación de un sacerdote o de un consagrado, se debe considerar la de un laico, porque ellos, a través de la soltería, matrimonio o viudez, han desempeñado una labor imprescindible en la vida de la Iglesia. Los matrimonios por ejemplo, cuando ejercen la tarea de educar y guiar a los hijos, se están convirtiendo en verdaderos discípulos de Jesús, y si a eso le sumamos que muchos de ellos hacen algún apostolado dentro de la Iglesia en los grupos parroquiales, su trabajo apostólico se hace más grande. Cuantos jóvenes que aún no se casan, siendo solteros se integran a grupos juveniles, coros, equipos litúrgicos y catequesis, colaborando de manera heroica en la evangelización. Por su parte las personas que deciden vivir la viudez porque renuncian a unas segundas nupcias, muchas veces, sobre todo las mujeres se integran a los grupos ya mencionados, a las asociaciones o hermandades que hay en la parroquia, y a través de una vida apostólica desarrollada en la piedad popular evangelizan de manera extraordinaria, allí donde un sacerdote o religioso no puede estar.

Cuando Jesús habla del envío de los apóstoles, es necesario pensar en todos estos carismas para darse cuenta de la universalidad de la Iglesia, y como hace presencia en todos los sectores de la sociedad.

El evangelio precisa el modo en cómo fueron enviados los apóstoles, de dos en dos, ¿Por qué Jesús da esta indicación? Según la costumbre hebraica esto era necesario porque se  necesitaba el testimonio de dos a la hora de hacer algún anuncio para que éste, fuera jurídicamente válido. Tomando en cuenta esta norma judía, Jesús les da la misma indicación a los apóstoles, para que realicen su trabajo misionero.

En distintos momentos del trabajo misionero de Jesús, es muy notoria la autoridad con la que somete a los demonios, cuando estos se han apoderado de las personas o lugares. Por eso les da la misma potestad a los discípulos, a fin de que invocando su nombre, puedan expulsar la presencia del demonio de los lugares en los que se ha establecido como amo y señor. Los apóstoles no tienen otra más que decir que eso lo hacen en nombre de Cristo, para que sus órdenes sean cumplidas.

Expulsar al demonio en nuestros días, es una tarea muy importante y difícil al mismo tiempo, debido a que el enemigo suele utilizar a veces un disfraz de bondad, con el que es más fácil seducirnos, haciéndonos creer que es un bien, aquello que nos hace mal. Por eso debemos de estar siempre atentos, para que cuando nuestras acciones no sean como las de Cristo, busquemos la manera de expulsar el mal de nuestra vida. Por otra parte no debemos de olvidar o subestimar lo real de las posesiones, y que por ello es muy necesario orientar a los fieles en lo importante que es abstenerse de caer en cualquier tipo de prácticas en las que se hagan invocaciones a demonios o difuntos, a fin de evitar experiencias amargas y dolorosas en la vida de los demás. No olvidemos la recomendación que nos da san Pedro en su carta, donde nos exhorta a ser sobrios y estar despiertos, porque el diablo como león rugiente, siempre ronda buscando a quien devorar. (Cf. 1 Pe 5)

Les encargó que llevarán para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.

El uso del bastón en las manos del mensajero de Dios, puede ser interpretado como un signo de seguridad y autoridad que Dios le da a sus llamados, tal y como lo podemos ver con el ejemplo de Moisés en el Antiguo Testamento. Recordemos por ejemplo que en el paso del mar Rojo, por orden de Yahveh, levantó el bastón para dividir el mar. De la misma manera los discípulos para tener un apoyo al caminar, necesitaran de un bastón para poder hacerlo. Y será su signo de autoridad, a la hora de anunciar el evangelio.

Si la carga del misionero es ligera, podrá moverse a cualquier lugar, en cambio si ésta es muy pesada, sólo ira a donde sus fuerzas le permitan. Jesús quiere sus discípulos tengan la facilidad de moverse a donde sea necesario sin dificultades o ataduras. San Jerónimo decía: “Estos son preceptos necesarios para aquellos que quieren ser perfectos, esto  es lo que el Señor le dice una vez a aquel que le decía que había observado todos los mandamientos, si quieres ser perfecto… (Mt 19, 21)[1]

En cuanto al llevar sólo una túnica, hay quieres interpretan esta indicación, como una forma de decirle a los apóstoles, sobre lo peligroso que es tener doble personalidad a la hora de predicar el mensaje de Jesús. Evidentemente que esto no sólo es un mal que sólo puede suceder cuando se anuncia el evangelio, sino también por ejemplo en un matrimonio o noviazgo, cuando uno de los dos, o los dos tienen una relación de más, eso sería lo equivalente a llevar dos túnicas.

Y decía. «Quédense en la casa donde entren hasta que se vayan de aquel sitio, y si en un lugar no los reciben ni escuchan, al marcharse sacúdanse el polvo de los pies, en testimonio contra ellos».

Naturalmente que no todos los que escuchen el anuncio del evangelio, lo van recibir con cordialidad, pues para quienes se sienten amenazados en sus intereses, ese será un motivo de rechazo. Esa indicación de sacudirse los pies, era una costumbre judía con la que se indicaba que se dejaba en el pasado aquello que los volvía impuros. Hoy nosotros podríamos asimilarlo a la perfección, con la intención de dejar en el pasado, aquellas amargas experiencias que hemos vivido. Por eso las indicaciones de Jesús, son precisas, quédense con aquello que les ha hecho bien, y sacúdanse lo malo que han vivido. Este ejemplo a menudo es utilizado en el mundo de psicología como un acto terapéutico que ayuda al paciente a liberarse de aquello que se ha vuelto una carga emocional. En pocas palabras, la indicación del Señor, nos evita el tener que andar cargando por todos lados, las cosas negativas.

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Después de todas las indicaciones, los apóstoles, obedientes al mandato de Jesús, se dedicaron a cumplir su tarea apostólica. Las mismas acciones del Mesías, se ven realizadas por ellos, es decir, si Jesús expulsaba a los demonios, ellos también lo hacían, si curaba a los enfermos, ellos también curaban, de tal forma que en ellos se manifestaba el poder de Dios. En cuanto a la indicación de ungir con aceite a los enfermos, es importante asimilar el contexto, ya que en el mundo judío, el aceite era muy usado como algo medicinal. Además de que adquirió un valor sagrado, debido a que con él se ungía a los reyes y sacerdotes. En este caso, éste se convierte en un gran signo, debido a que es una manera muy clara de manifestar la acción renovadora de Jesús, en aquellos que son ungidos en su nombre. Este hecho, también nos está remitiendo a la carta de Santiago donde se nos habla de que en la Iglesia ya se practicaba la unción de enfermos con el aceite (St 5, 14).

Entendamos con esto el extraordinario valor que tiene el sacramento de la unción de enfermos cuando se requiere, y hagamos que esa mala idea que se tiene, de que cuando alguien pide ser ungido, es porque ya va a morir. Por el contrario veamos más bien el simbolismo medicinal que posee, para quien ha puesto su vida en las manos de Dios. Así por ejemplo, es importante saber que cuando un cristiano está a punto de ser intervenido quirúrgicamente, puede pedirle al sacerdote que le dé la unción de enfermos, con el único fin de curarse y recuperarse pronto.

No olvidemos por tanto la gran tarea misionera que tenemos, de anunciar el evangelio siguiendo las indicaciones de Jesús.

[1] Cf. Girolamo, Contro Gioviniano 2,6)

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