domingo, diciembre 8, 2024
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Hermanos Capuchinos o la tercera gran familia franciscana

Por: Fray Pablo Jaramillo, OFMCao.

Parroquia Preciosa Sangre de Cristo, Cd. de Puebla.

 

 

 

 

 

ALGO DE LA REFORMA CAPUCHINA

Seguramente que la inmensa mayoría de los que lean este artículo carecerán de los datos históricos necesarios para entender la Historia de La Santa Reforma, como se le ha llamado a La Reforma de La Orden Franciscana Capuchina. A continuación, una breve y fugaz pincelada de nuestra historia.

Los Hermanos Capuchinos o la tercera gran familia franciscana surgimos del tronco de los Hermanos Menores Observantes en 1525 (8 años después de que éstos obtuvieran la total separación y el primado jurídico sobre los Conventuales). Para entonces, los Observantes eran ya varias decenas de miles en todo el mundo y la evolución interna y los fines apostólicos los habían llevado a una situación nueva, muy diferente de los humildes comienzos en eremitorios y pequeños conventos. Era, por tanto, inevitable que alguien, desde dentro, reivindicase el derecho de observar la Regla a la letra, con todo su rigor. Eso es lo que hicieron el joven sacerdote Mateo Serafini de Bascio (1495-1552) y los hermanos Ludovico y Rafael Tenaglia, de la misma familia observante, la cual hizo todo cuanto pudo por reabsorberlos y contener la hemorragia. De nada sirvieron cárcel, fugas y otras peripecias de los primeros tres años: el 3 de julio de 1528, por mediación de la duquesa de Camerino Catalina Cybo, sobrina del papa, Clemente VII les concedió la bula «Religionis zelus», que marca el nacimiento de la familia Capuchina. Entre otras cosas, el papa les concedió vestir el hábito con capucho piramidal y llevar barba, como signo de pobreza, sencillez y austeridad.

Recibida la bula papal, otros frailes de la Observancia se unieron a ellos, tales como Juan de Fano, Bernardino de Asti y Bernardino de Ochino. En 1536, los «Hermanos o frailes menores de la vida eremítica», que así se llamaban entonces, ya eran 500 y, sorprendentemente, 3.300 en 1571. Ni la obstinada oposición de la familia de origen, ni la clamorosa defección de su vicario general Bernardino Ochino, que se pasó a la herejía protestante, impidieron que la nueva reforma siguiera creciendo a la sombra de los Frailes Menores Conventuales, a cuya jurisdicción se acogieron antes de conseguir de Pablo V, en 1619, la facultad de disponer de Ministro General propio, con plena autonomía. Para entonces eran ya un ejército de 14.000 religiosos comprometidos en todos los campos del apostolado católico, principalmente en la asistencia a los apestados y en el ministerio de la predicación popular.

 

EVOLUCIÓN DE LA ORDEN

También para los Capuchinos, como era previsible, la entrada en masa en el apostolado activo misionero, caritativo-social y -más lentamente- científico, supuso una evolución interna; sin embargo, a lo largo de la historia franciscana, los Capuchinos han representado siempre la línea más rígida y austera. Es más, para evitar fáciles concesiones y contradicciones con la pobreza en cuestión de iglesias y conventos, ellos son los únicos que se dotaron enseguida de una legislación concreta y minuciosa, prescribiendo que «las iglesias sean pequeñas, pobres y honestas… según la santísima pobreza… Y para este fin se ha hecho un pequeño modelo, según el cual se construirán».

Por su apostolado caritativo y social, los frailes Capuchinos han sido siempre bien acogidos por el pueblo, como bien refleja el escritor italiano Alejandro Manzoni, que en su célebre novela «Los novios» alabó admirablemente su capacidad de penetrar en el corazón de las clases más humildes. Por su afabilidad y disponibilidad y por el modo de trabajar y de vivir son conocidos también como «frailes del pueblo».

La Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, pese a su notable difusión en todo el mundo y en tierras de misión, no escapó a los movimientos revolucionarios y a las desamortizaciones de los últimos siglos. Sin embargo, una rápida reorganización de los colegios y una providencial expansión misionera les ha permitido, como a las demás familias franciscanas, una vigorosa recuperación. Además, son numerosos los venerables, siervos de Dios, beatos y santos capuchinos.

Hoy los Capuchinos desarrollan también una intensa labor científica y cultural a través del colegio Internacional San Lorenzo de Bríndisi, que es como su ciudadela de los estudios superiores y universitarios. En su nueva sede se encuentra también ahora el Instituto Histórico de la Orden, que edita los «Monumenta Histórica» la «Bibliotheca Seeraphica-Capucina», la «Colectanea Bibliographica Franciscana» y otras obras de excelente calidad científica. En el mismo complejo se ha instalado también la rica biblioteca central de la Orden y un museo franciscano único en su género, con más de 20.000 piezas (pinturas, esculturas, cerámicas, monedas, medallas, sellos, grabados, etc.) que dan testimonio de la multisecular historia franciscana en todos sus aspectos.

Los Capuchinos presiden también el Instituto de Espiritualidad promovido por ellos en el Ateneo Antoniano, son Penitenciarios Pontificios en la Santa Casa de Loreto y en la Basílica de San Lorenzo extramuros de Roma y dirigen el Pontificio Colegio Etíope en el Vaticano. También el Predicador Apostólico, el que predica al papa es Capuchino. Su curia general tiene la sede en Roma, en Vía Piemonte, 70.

Los Capuchinos se han distinguido exteriormente por el capucho largo, del que les viene el nombre, por la barba y las sandalias, además de la cuerda característica de todos los franciscanos. El color marrón o café del hábito fue adoptado en los comienzos del siglo XX.

Además de la Orden Capuchina de varones, existen muchos monasterios de religiosas Capuchinas de vida contemplativa, y una multitud de congregaciones religiosas femeninas de espíritu capuchino, fundadas, con frecuencia, con la ayuda de un hermano capuchino. México es el País que más monasterios de Capuchinas tiene, contando con más de 70 monasterios en nuestra República Mexicana.

 

LOS CAPUCHINOS EN MÉXICO

Además de decir que los Hermanos Menores Capuchinos en la actualidad nos encontramos presentes en los Cinco Continentes, con más de 10,500 frailes en unos cien países del mundo, a México llegó el primer Fraile Capuchino Fray Francisco de Ajofrín, que estuvo en México en los años 1763 – 1766, con el encargo de recoger limosnas para la heroica misión capuchina del TIBET.

Sin embargo, digamos que la primera etapa, ya de presencia Capuchina en México fue de 1907-1911, los primeros frailes llegaron como confesores a la iglesia del Pocito, una iglesia filial del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. La fundación se hizo a petición del Arzobispo de México, que acogió las sugerencias del Cardenal Vives y Tutó, y con el que había coincidido en Roma, durante las sesiones del Concilio Latinoamericano.

En 1910 se fundó en Ntra. Sra. de los Remedios, en Naucalpan. Los movimientos revolucionarios de 1911, progresivamente hicieron muy difícil la vida de los religiosos, y tuvieron que abandonar el país en 1918.

La segunda etapa (1921-1926) se inicia de nuevo en el Pocito, en 1921. Entre esta residencia y la de la Colonia del Valle, son 8 religiosos. Entre la vida parroquial, las capellanías y la predicación llevan acabo una gran actividad. Los religiosos no se sienten seguros y surgen muchas preguntas respecto al futuro.

En 1925 se constituye la Pía Asociación de Hijas de San Francisco de Leticia Chávez, un nombre prestigioso en los ambientes universitarios y católicos y, con el impulso de religiosos como frAY. Jaume de la Cot y Matíes de Sant Lorenç, el proyecto se va consolidando.

La ascensión al poder en 1926, del presidente Plutarco Calles, obliga a nuevo exilio de los religiosos.

La tercera etapa (1947-1987) El ofrecimiento del Arzobispo de México, Luis M. Martínez, de eregir un convento en la Col. Las Aguilas, en 1947, da pie a la nueva fundación. Las Hijas de San Francisco con el pueblo humilde y pobre que vive en la zona dan su aliento a la Fraternidad.

Se construye la iglesia y el convento. El convento se constituye en Seminario Menor, con unos 30 alumnos.

El trabajo vocacional dio algunos frutos, pero paulatinamente es substituído por el trabajo pastoral y la predicación, a lo que se añade el compromiso cada vez más intenso de atención a los monasterios de las Capuchinas presentes en todo el país, y que encontraron en el Hno. Sebastián Ibars, y durante muchos años, un fiel y constante consejero y asistente. En este período más dilatado que los anteriores, y que llega hasta nuestros días, se consolida la fraternidad y la Parroquia con hermanos como: fray Roger de Sant Feliû, fray Calixto de Cartago, fray Paco Jiménez y fray Jesús de Pamplona. Después del Vaticano II, debido al intenso fenómeno migratorio, el barrio tiene cada vez más habitantes. En la época del Post Concilio, con fray Antoni Pera, la acción pastoral se dinamiza con criterios de Comunidad Cristiana. Fray Paco Jiménez pone en marcha el Instituto Franciscano que, con la colaboración de otros hermanos de la Familia Franciscana, imparte clases de franciscanismo a religiosos / as y laicos.

A partir de 1987, se inicia el proceso de afirmación y consolidación de México. Se pasa de la Delegación General, que no sirvió de mucho, a la Delegación Provincial. La Provincia de Navarra releva a la de Cataluña en la nueva situación jurídica. No se toma en consideración la posibilidad de una responsabilidad compartida. Con todo, algunos religiosos de esta Provincia, después del cambio jurídico, continúan prestando sus servicios en la Delegación. Son el signo de una presencia, que no obstante los altibajos, ha sido fructífera. Tiene su grandeza. Se ha servido a la Orden, a la Iglesia, a los Pobres, sin protagonismos. En todo caso el protagonismo lo han tenido las circunstancias. Y ahora, gracias a Dios, y gracias al esfuerzo y generosidad de los capuchinos de Navarra se mira la implantación de la Orden en México, con mucha esperanza. (P. Enric Castells i Mas Min. Prov).

 

PRESENCIA CAPUCHINA EN PUEBLA

Fue a partir 1989 cuando llegamos los Capuchinos a Puebla: tres Hermanos recién venidos de España: Juan Miguel Subiza, Francisco Arróniz y José Manuel Laseca, éste de votos temporales, más dos hermanos jóvenes mexicanos, también de votos temporales; poco después se unió el Hno. José Luis Ríos. Una constante en la fraternidad es la de ser una fraternidad abierta a vecinos, amigos y a cuantos nos visitan.

En aquellos tiempos, la actividad de la casa estaba marcada por el ritmo del postulantado, siendo ante todo una fraternidad formadora, con el compromiso, serio también, hacia fuera, sobre todo desde que el Exmo. Arzobispo Don Rosendo Huesca entregó a los Hnos. la atención pastoral de la recién creada Vicaría Parroquial.

Ha pasado de ser casa de postnoviciado, y postulantado a sólo postulantado. De 1989 a 1990 fe casa de formación de postnovicios. El curso de 1990 a 1991 funcionó como casa de formación de postnovicios y de postulantes.

Desde el 30 de agosto de 1991, hasta julio de 2008 fue casa de formación de los postulantes, y a partir de esta fecha hasta 2017 Casa de formación de los novicios, convirtiéndose así en la Casa del Noviciado.

Desde 2018, hasta la fecha el convento se ha convertido ya en casa de los hermanos que desempeñan su apostolado en la Parroquia La Preciosa Sangre de Cristo.

La ubicación de la casa ha tenido variaciones importantes. Primero estuvo situada en la privada de la 18 Sur Nº 106, colonia Azcárate; en una casa donada por la Sra. Lolita Flores a las Hermanas Capuchinas. éstas cedieron gratuitamente el primer piso a los hermanos Capuchinos.

A finales de 1992 se pensó construir en la colonia Los Gavilanes, en donde ya se venía trabajando pastoralmente. Nuestra presencia en Los Gavilanes ha tenido la siguiente evolución: El matrimonio, vecino de la colonia, Fernando Juan y Tere Calderón, donan a los Hnos. Capuchinos un lote de terreno de 708 m2. El 21 de febrero de 1993 el delegado de los Hnos. Capuchinos en México, Hno. Jaime Zudaire, bendice la primera piedra de las obras de la nueva casa postulantado, en un ambiente de fiesta, y acompañado de varios capuchinos y un grupo de amigos.

El 10 de marzo de 1994, el Hno. Miguel María Andueza, Ministro Provincial de Navarra, acompañado de su secretario Hno. José Antonio Lasa y dentro de su visita canónica a México, daba como concluido lo que había sido un sueño y con la bendición de la casa, se aseguraba un futuro floreciente para la presencia capuchina en Puebla y en México.

El 15 de febrero de 1995 se firmó la escritura de compraventa de un lote de terreno contiguo, de 886 m2, dando así una mayor amplitud, desahogo y luz a la nueva casa; los vendedores fueron los jóvenes hermanos Patricia y Pablo Ruiz Hernández. En abril de 1996 se construyó una cancha multiusos en el terreno últimamente adquirido.

El 27 de abril de 1996, en un acto festivo, con la asistencia de todos los Hnos. de la casa y algunos de los Hnos. del D. F., El Delegado Provincial, Hno. Jaime Zudaire, hace pública la erección canónica de la casa y queda intitulada a San Leopoldo Mandic. Desde entonces, hasta el día de hoy que se escribe esta brevísima historia de los Hermanos Menores Capuchinos en México-Puebla, continuamos atendiendo pastoral y fraternamente la comunidad de La Preciosa Sangre de Cristo con una prolongada extensión que llega hasta el Fraccionamiento Los Héroes, donde actualmente estamos construyendo una iglesia en honor de La Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.

Fray Pablo Jaramillo, OFMCao.

Paz y Bien

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