sábado, julio 27, 2024
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Por: P. Rodolfo Orosco Gil

Calafell, España.

San Juan Damasceno decía: “Hoy la santa y única Virgen es llevada al templo celestial… hoy el arca sagrada y animada por el Dios vivo, que lleva en su seno a su propio artífice, descansa en el templo del Señor, no construido por mano de hombre[1]. Era preciso que aquella que había acogido en su seno al Logos divino, se trasladara a los tabernáculos de su Hijo… Era preciso que la esposa que el Padre se había elegido habitara en la estancia nupcial del cielo”.[2]

En aquellos días María se levantó y se puso de prisa camino a la montaña, a una ciudad de Judá…

Después de que el Ángel Gabriel le anunciara a María el misterio de la encarnación, y ella como dócil sierva del Señor aceptase su voluntad, una vez que ha oído que su prima Isabel, está embarazada, de manera presurosa se dirige a la casa de ella, para servirle de auxilio. Muchas pueden ser las especulaciones de tan acelerado viaje, y dentro de ellas cabe la posibilidad de entender la extrema cercanía que ambas mujeres tenían, a pesar de la gran diferencia de edades; Isabel, la mujer mayor, que tanto tiempo había estado deseando convertirse en Madre, un día el Ángel Gabriel le anunció a su esposo Zacarías que su petición había sido escuchada, por lo que se convertirán en padres del gran profeta que prepararía el camino del Señor. María por su parte, se encuentra en el otro extremo, es muy joven y podríamos decir que hasta el momento no está pensando en tener hijos; pero como nos podemos dar cuenta, ambas mujeres son completamente dóciles a la voluntad de Dios,  de tal forma que podríamos decir que mientras Isabel es la mujer complacida por Dios, porque ella es la que desea un hijo, con María en cambio, Dios es el que le pide ser la madre de su Hijo. Por eso ambas se convierten en la fiel esperanza del pueblo de Yahvé que espera su liberación.

Se dice además, que esta región montañosa a la que se dirige María se llamaba Ain Karim a unos tres o cuatro días de viaje desde Nazaret.

…entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó el niño en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz exclamó:

El Papa Benedicto XVI en su homilía de este día del 2011 decía: “Aquí el evangelista san Lucas usa el término Skirtan, es decir saltar, el mismo que se encuentra en una de las antiguas traducciones griegas del Antiguo Testamento para describir a danza del rey David ante el arca santa que había vuelto finalmente a la patria (Cf 2 S 6, 16) Juan el Bautista en el seno de su madre danza ante el arca de la nueva alianza. Indudablemente que las palabras del Papa Benedicto XVI son en extremo propias para entender lo significativo que fue el encuentro entre dos grandes mujeres, ambas llenas del Espíritu Santo, y dóciles a su voluntad

« ¡Bendita tu entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada tú que has creído, porque se cumplirá lo que te ha dicho el Señor »

Si el Ángel Gabriel como vocero del cielo en el momento de la anunciación le decía a María llena de gracia, ahora Isabel, como vocera de los hombres se dirige a ella reconociendo la bendición que ha recibido de parte de Dios, y que le ha hecho la mujer más bendita de todos los tiempos. Es claro que sólo quienes están llenos del Espíritu Santo son capaces de ver lo que Dios obra en los demás. Podemos entender que el encuentro de estas dos extraordinarias mujeres, es una muestra clara de lo importante que es el papel de la mujer en la obra de Dios.

Isabel reconoce y de cierta manera agradece la fe de María, pues gracias a eso, la humanidad de todos los tiempos será beneficiada. El sí de María ha sido una fortuna para todos.

María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava”.

Muy antes de que el Señor predicara lo valioso que es la mansedumbre, humildad y servicio, María ya está dando testimonio de que las almas dóciles a la voluntad del Señor, jamás podrán llenarse de soberbia y presumir los dones de Dios sin ponerlos al servicio de los demás. La alegría de María, que siempre ve a Dios como su Señor y Salvador marcan con mucha claridad las pautas de su espiritualidad, pues sólo quien reconoce el actuar de Dios en su vida, podrá vivir la alegría de ser redimido, mientras que quien piensa que lo que ha recibido de parte de Dios es por mérito propio, en lugar de alegrarse, se quejará porque sentirá que Dios le tenía que haber dado más.  María nos enseña que la gloria del evangelio, es la alegría en la humildad de decir que sólo somos siervos atentos y solícitos a la voz del Señor.

Desde ahora me felicitaran todas las generaciones, porque el poderoso ha hecho obras grandes en mí: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.

Y efectivamente las generaciones desde entonces felicitan y engrandecen María, porque reconocen en ella el actuar del Señor. La lógica es evidente, si la Iglesia reconoce el actuar de Dios en la vida del hombre, no podrá ignorar todas las gracias que le ha dado a la Virgen María. Cuatro han sido los dogmas podríamos decir a través de los cuales las distintas generaciones de la Iglesia han felicitado a María. El primer en Éfeso en año 431, María Madre de Dios, el segundo la Virginidad perpetua en el segundo concilio de Constantinopla en el año 554 y en 1854 el Papa Pio IX declaraba la Inmaculada concepción de María, del último hablare al final.

Como ven es evidente que las generaciones a través de estos dogmas han felicitado a María de generación en generación.

 Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Para María el Señor es un Dios que actúa, y en su actuar muestra su gloria y poder a los hombres,  su brazo símbolo de sus acciones así lo manifiesta. Dios además es el único Justo Juez y por estos atributos que le son propios, es capaz de darse cuenta de quienes actúan movidos por la soberbia y de quienes viven la humildad. La suerte de los primeros es terrible, porque serán destronados mientras que la de los segundos será la gloria. ¿Entendemos ahora porque la Iglesia exalta la grandeza de María? Porque Dios es el que actúa para que sea así. Los hambrientos que son colmados de bienes, será algo que Jesús explicara ampliamente en las bienaventuranzas, pero vemos como María expresa su fe viva en el Dios de Israel que no abandona a su pueblo.

Auxilia a Israel, su siervo acordándose de su misericordia” –como lo había prometido a “nuestros padres”- en favor de Abraham y su descendencia para siempre» María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.

Así como María se ha dicho ser la sierva del Señor, también reconoce que el pueblo lo es, por eso evidencia la ayuda de él, y hace un repaso de la historia, pues al referirse a Abraham, aquel al que Dios le hizo promesas, ella declara su fe al reconocer que las promesas hechas al patriarca son una realidad, porque Dios siempre cumple.

¿Por qué se quedó María con Isabel? Indudablemente que para servirle. Innumerables cosas habrán compartido tan admirables mujeres, y la gracia del Espíritu Santo seguramente se hizo presente en distintos momentos. El Servicio de María a Isabel, es una muestra clara del servicio que Jesús enseñará a sus discípulos. Desde entonces María siempre va en ayuda de quien lo necesita cuando la invoca con fe.

Reflexionemos ahora un poco sobre el dogma de  María Asunta al cielo en cuerpo y alma. Corría el año de 1950, cuando el entonces papa Pio XII daba a toda la Iglesia la Constitución Apostólica “Munificentissimus Deus” con la cual explicaba y declaraba a la Iglesia universal el dogma de que María fue asunta al cielo en cuerpo y alma. En tal constitución el Papa menciona la respuesta que se tuvo de los obispos de todo el mundo, que después de haber consultado el parecer de cada uno,  el Romano Pontífice, por la autoridad que ha recibido de los santos apóstoles declaró solemnemente la Asunción. Y así la llena de gracia, sigue junto a su Señor.

Ahora nosotros la celebramos, con la firme esperanza de que algún día nos uniremos con ellas para adorar a Dios por toda la eternidad.

[1] Homilia sobre la Dormición, 2: PG 96, 723.

[2] Ibid., 14: PG 96, 742.

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