viernes, octubre 11, 2024
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Reflexión del Evangelio del Domingo XXX del Tiempo Ordinario

Mc 10, 46-52

Por: Rodolfo Orosco Gil

Roma, Italia.

Al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego, Bartimeo, estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna.

Jericó, ciudad de Judea, está ubicada en el valle del Jordán, a unos 27 Km al norte de Jerusalén, lo cual quiere decir, que Jesús está muy cerca de terminar su largo viaje con destino a la Ciudad Santa. En este relato de manera muy especial, el evangelista Marcos nos da detalles del personaje del milagro de hoy; se nos describe su ubicación, acción y de manera especial su nombre, que se convierte en algo intrigante por su significado. En efecto, Bartimeo quiere decir en arameo hijo de Timeo, y si damos un paso más al respecto y agregamos el significado griego de Timeo, notaremos como este a su vez hunde sus raíces en la palabra timé cuyo significado es, honor, estima. De cierta manera esto nos llevaría a entender que se está presentando una ironía o sarcasmo con este juego de palabras, porque más de uno podría preguntarse, ¿Cómo podría ser considerado estimado alguien que está ciego? No obstante la acción misericordiosa de Cristo, será quien se encargue de hacer verdaderamente honorable a este hombre.

 

San Agustín decía:

Marcos hace referencia al nombre de Bartimeo. Tal precisión no es fácil encontrarla entre tantas personas curadas por parte del Señor. No hay duda por tanto que Bartimeo era un personaje que había caído en una desgracia muy grande y su condición de miseria habría sido muy notoria y de dominio público en cuanto que no sólo era ciego, sino que también pedía limosna sentado a lo largo del camino. Por eso al haber recuperado la vista, su milagro adquiere mucha resonancia debido a la fama que tenía el antes ciego.[1]

En la figura del ciego también se puede ver representa la comunidad de los discípulos, que se encuentran también a lo largo del camino, a quienes también será necesario abrirles los ojos para que de verdad puedan seguirlo. Ya que de acuerdo a lo que sucederá en el momento de la pasión se hará notar más bien, una comunidad desorientada.

Al oír que era Jesús nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».

Muchos lo increpaban para que se callara. Pero el gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí».

Como nos hemos dado cuenta, este hombre comenzó a gritar, no de una manera desordenada, sino claramente otorgando a Jesús, un título mesiánico. Hijo de David, como es llamado, es una característica muy especial en este relato de Marcos. De tal forma que en Jesús, se reconocen las promesas que hizo Dios a su sirvo David en el pasado. (Cf. 2 Sam 7, 12-16). Por otra parte, también es importante señalar, que en la persona de Bartimeo, la comunidad cristiana era exhortada a hacer suya esta plegaria, ya que ella, es la invocación de un deseo ardiente de ser escuchado por Jesús de Nazaret.

Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

A diferencia de otros momentos donde Jesús prohibía de revelar su identidad, en esta ocasión no sucede así, acepta la aclamación con la que ha sido invocado por el ciego. Con lo que se entiende que al estar cerca de padecer el sacrificio en la cruz, ya no hay problema de revelar el secreto mesiánico.

Jesús le dijo: « ¿Qué quieres que haga por ti?» el ciego le contestó: «Rabuní que recobre la vista».

Rabuní equivale a decir, «Maestro mío» denota una aclamación fuerte, que supera el simple decir: «Rabí»

Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró lo vista y lo seguía por el camino.

Igual que con aquella mujer que había tocado su manto, Jesús repite la expresión de decir: «tu fe te ha salvado». Otro aspecto que de igual forma llama mucho la atención, es el hecho de que el Señor no haga ninguna cosa especial para curar al ciego, porque se entiende que con lo que ha dicho y hecho Bartimeo a eso sólo hay que agregarle la poderosa palabra de Jesús, que le dará lo que con tanta fe, ha pedido.

El milagro de Bartimeo se convierte para nosotros en un ejemplo digno de ser admirado, ya que en él, se ven cumplidas las promesas que Dios hizo a su pueblo, las cuales, no han perdido vigencia para nosotros, ya que de acuerdo a lo vivido por el pobre ciego, de la misma manera nosotros a veces podríamos situarnos a lo largo del camino sin poder ver, y en medio del tumulto, tendrá que ser necesario que también pidamos el auxilio de Jesús, para ser curados y así poder seguirlo. Que Dios nos conceda poder distinguir su voz, en medio de tanto ruido, en el que si no estamos atentos, podríamos pedirle la ayuda a la persona equivocada.

[1] Cf. Agostino, Il consenso degli evangelisti 2, 65, 125.

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