viernes, julio 26, 2024
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Por:  P. Rodolfo Orosco Gil

Roma Italia.

Jesús, instruyendo al gentío les decía: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condena más rigurosa».

Los fariseos desde niños eran dedicados al estudio de la Torá, por eso, no se puede negar el hecho de reconocer que eran hombres instruidos, a tal punto, que no se cuestiona su ciencia, sino su apariencia, ya que en la forma de vestir exigían reconocimiento; los primeros lugares que en todo querían acaparar era muestra de su vanidad, la codicia los hacia devorar los bienes de las viudas y con los largos rezos sólo dejaban ver su hipocresía. En pocas palabras, los escribas son la descripción clara de lo que Jesús no quiere de sus discípulos. De todo esto es de lo que se debe tener cuidado.

No perdamos de vista, que Jesús señala la búsqueda del prestigio y la ambición humana desmedida que se basa en la apariencia y daña a los demás, como algo que no debe de ser practicado en la vida cristiana.

Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir un cuadrante.

Llama fuertemente la atención la comparación tan extrema que hace Jesús de ambos personajes. Por una parte los escribas ya mencionados, han sido puestos en evidencia por todas las cosas malas que hacen, los abusos que comenten en contra de la gente pobre entre los que se encuentran las viudas. Mientras que los primeros quieren ser muy tomados en cuenta, en cambio, una pobre viuda a la que nadie le hace caso; no obstante, es la que verdaderamente llama la atención de Jesús, porque actúa con sinceridad, nobles de corazón y un auténtico desprendimiento.

Las viudas en la antigüedad eran las personas con mayor riesgo de marginación, esto debido a que al carecer de un varón que las protegiese, fácilmente podían padecer injusticias o ser vulneradas en su derechos y bienes, tal y como lo ha dicho Jesús sobre lo que han hecho los escribas.

Llamando a sus discípulos, les dijo: «En verdad les digo, que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobraba, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

El ejemplo de esta viuda es bastante interesante, porque llama mucho la atención su silencio, su deseo de pasar desapercibida, quizás movida por la pena de echar tan poquito en la alcancía comparado con lo que daban los demás, los que tenían de sobra, sin embargo esto es lo que captó la atención del Maestro, su desprendimiento, generosidad y que en medio de la pobreza se diera cuenta de las necesidades de los demás, o de dar su ofrenda al templo con la plena confianza de que lo se le da a Dios, nunca es algo perdido. Otro aspecto que nos intriga, es que en ningún momento entra en diálogo con Jesús, ella simplemente hace lo que su conciencia le dice, quizás ni siquiera se percató de la presencia del Señor; José Luis Sicre dice que esto puede ser un ejemplo claro de cómo nosotros podríamos entender a toda la gente buena que hay en el mundo y que por distintas circunstancias no son cristianas; ya que también de ellas se podría aprender mucho, porque nos ayudan a entender que el bien no es una enseñanza de la religión, sino una tendencia natural del hombre por vivir en armonía.

San Jerónimo decía que las ofrendas en efecto, no son evaluadas en base a su peso, sino a la buena voluntad de quien las hace.[1] Dar más que los demás no siempre está relacionado con la cantidad, sino con la calidad, y esta es la principal característica que llama la atención del Señor. Dar todo lo que se tiene para vivir nunca ha sido una tarea fácil, sólo quien de verdad ama a Dios y a su prójimo puede realizarlo. Un ejemplo de esto es el amor y el desprendimiento que todos los hijos debemos de valorar de nuestros padres, ya que la mayoría de ellos, se privan de muchos bienes o gustos personales para que a los hijos nada les falte.

No necesariamente toda persona para ser buena tiene que ser cristiana, pero si todo cristiano debe de ser bueno, ya que no es lo mismo actuar por sentido común, que actuar con plena convicción. Nadie de nosotros se debe de cerrar al hecho de aprender incluso de aquellos que por apariencia nos parecerían insignificantes, ya que tenemos que luchar en contra del mundo de la apariencia en la que se nos ha formado, es cierto que vale la pena verse bien, pero cuando sólo nos quedamos en embellecer lo exterior, lamentablemente se corrompe el interior; y este hecho es lo que finalmente destruye todo.  Cesario de Arlés decía: “Todo posee aquel que tiene buena voluntad, ella es lo que puede ser suficiente si falta todo lo demás; en cambio si falta la buena voluntad, de nada sirve lo que se posee”.[2]

En el domingo anterior, escuchamos el ejemplo de un pobre hombre que pedía ayuda, y hoy se nos presenta a una mujer pobre que ayuda, para que valoremos como en distintos momentos el evangelio resalta la grandeza de la mujer. Que Dios nos conceda tanta generosidad como la de aquella pobre viuda, para darnos cuenta que entre más compartimos, más ricos nos volvemos a los ojos de Dios.

[1] Cf. Girolamo, Lettera a Giuliano 118,5.

[2] Cf. Cesario de Arles. Discorsi 182,3.

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