Por: P. Rodolfo Orosco Gil
Roma, Italia.
El domingo pasado comenzamos a escuchar la relación de Jesús con sus discípulos a través de la figura del buen pastor. Con esto se nos revelaron las intenciones de éste con su rebaño y la relación que las ovejas tienen con Él. En continuidad con esta forma tan especial de mostrar la relación de Dios con su pueblo o de Cristo con su iglesia, la liturgia de este día, nos ofrece un nuevo modelo a través de la imagen del viñador, la vid y los sarmientos, para entender la relación que hay entre el Padre, el Hijo y los discípulos.
Con el relato de Yo soy el buen pastor, se comenzaba a destacar esta insistencia del evangelista Juan en confirmar la identidad divina de Cristo; ese énfasis en Yo soy manifiesta una clara notoriedad con el Yo soy revelado a Moisés como lo comentaba el domingo pasado. Nuevamente se hace uso de ésta expresión, enseñándonos otra característica de Cristo en relación con sus discípulos. Estos ejemplos son de la vida cotidiana y no dejan dudas sobre la identidad del Señor. Esto nos hace pensar que si Jesús le hubiese predicado a mexicanos, seguramente habría utilizado el ejemplo de una milpa. No obstante en la actualidad tenemos muchos recursos para conocer el contexto, los términos en los que habla el evangelio y las características que nos presenta.
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el Labrador. En griego se dice así: ’Εγώ ειμι ‘η ‘άμπελος ‘η ’αληθινή, καί ‘ο Πατήρ μου ‘ο γεωργός ’εστιν. Estas son las palabras con las que Jesús comienza el mensaje de hoy, y san Hilario de Poitiers dice al respecto: “Movido del deseo de cumplir el mandato del Padre, Jesús se levanta con toda prisa para consumar el misterio de su pasión corporal; y no obstante, explica en seguida el misterio de su asunción del cuerpo, en virtud de la cual podemos estar insertos en él a modo de sarmientos en la vid y como sarmientos no íbamos a dar ningún buen fruto si él no estuviera convertido en vid”. (Cf. Hilario de Poitiers, Sobre la Trinidad, 9,55). El Señor hace uso de esta metáfora para explicarles a los apóstoles la acción del Padre Celestial en la obra salvadora. No debemos de olvidar este énfasis por parte de Jesús para que no suceda como con la parábola del Padre misericordioso, que siempre fue vista desde la perspectiva del hijo pródigo y pocas veces se volcaba la mirada en el Padre que ama. De la misma manera, no debemos ignorar que Jesús está especificando con claridad el trabajo y la estrecha relación que tiene el Padre Dios con su vid y los sarmientos. Para comprender mejor éste ejemplo, es necesario definir y describir una vid.
Según la botánica, la vid, cepa o parral como también puede ser llamada, es una planta trepadora, leñosa, de la especia ‘vitis vinifera’ cuyo fruto es la uva con la que se elaboran vinos. La vid tiene características muy peculiares que a veces pueden confundir. Podríamos decir estrictamente que no es un árbol y ni tiene las medidas para serlo, y es una planta que no se puede mantener erguida sin la ayuda de un tutor, pero tampoco es un arbusto porque tiene un tronco muy bien definido y robusto. Por eso se suele decir que la vid es una mezcla de planta y árbol frutal, que cada año cumple con su ciclo de dar frutos.
La vid tiene un aspecto rústico, seco y de apariencia vieja; de manera especial en invierno es cuando se encuentra completamente desolada. No obstante su corteza esconde una vigorosa savia que pasado esta estación, llena de vida a la planta, dotándola de un vistoso follaje y un preciado y dulce fruto que da origen al vino. Puede llegar a vivir más de un siglo y conforme va pasando el tiempo da menos fruto, pero de mejor calidad debido a que los granos al ser más pequeños poseen menos agua y mayor concentración de azúcares. Se dice además que en la elaboración de vinos de calidad no se suelen usar las vides mayores de 40 0 50 años debido a que a esa edad su productividad ha bajado demasiado. Pero tampoco se elaboran buenos vinos con vides menores de 5. San Ambrosio por su parte también hace una excelente descripción de esta planta: “El Señor ha indicado que el ejemplo de la vid debe ser invocado como regla para nuestra vida. Esa planta caldeada por la temperatura primaveral, primero comienza a brotar, luego a producir fruto a partir de los mismos nudos de los sarmientos, de los cuales toma forma la uva, y desarrollándose poco a poco, conserva la acides del producto inmaduro, y no puede endulzarse sino después de madurar cocida por el sol. Mientras tanto la viña se reviste con los verdes pámpanos que al mismo tiempo la protegen con gran eficacia contra el frío o cualquier otro peligro y la defienden del ardor del sol. ¿Qué espectáculo es más agradable, qué fruto más dulce que ver los racimos colgantes como collares con los que se adorna la campiña y recoger las uvas relucientes con un color dorado o similar a la púrpura?” (Cf. Ambrosio, Hexamerón, 3, 12, 52).
La vid dispone de una serie de ramas llamadas sarmientos, demasiado flexibles y divididas por distintos nudos, que están provistos de zarcillos, unos órganos alargados que se enganchan y le permiten trepar hacia arriba mediante cualquier apoyo que tenga alrededor. Con este preámbulo podemos entender con mayor claridad porque Jesús ejemplifica su mensaje con la vid.
Este pasaje no sólo nos describe quien es Jesús, sino que además evidencia el actuar del Padre como dueño y cuidador de la viña. Junto a estos aparecen los sarmientos que tienen la gran tarea de producir frutos. No obstante es necesario señal que el ejemplo de esta planta ya estaba presente en el Antiguo Testamento, donde la vid, el olivo y la higuera han caracterizado la vegetación de Palestina. Esta es una de las razones por las que la imagen de la vid es frecuente en la biblia. En la historia de Noé (Gn 9,20s), éste planta una vid y se emborracha con su vino. En el libro de los Reyes, el hecho de poder descansar a la sombra de una vid, es símbolo de paz y prosperidad (1 Re 5,5). También encontramos que la vid simboliza al pueblo de Israel: trasplantada de Egipto y plantada en tierra de Canaán (Sal 80,9). Cuando los hombres enviados por Moisés a reconocer la tierra de Canaán volvieron de su misión trajeron como muestra un sarmiento con un racimo de uvas (Num 13,23). San Agustín decía: “Cuando Jesús dice que es la Vid verdadera, ciertamente quiere distinguirse de aquella otra de la cual se dice: ¿Cómo te has vuelto amarga, vid extraña?. Porque ¿cómo ha de ser verdadera la vid que ha producido espinas, cuando de ella se esperaban las uvas?” (Agustín, tratado sobre el Ev. de Juan, 80, 1). Por tal motivo Jesús, basándose en el uso metafórico de esta imagen agrícola, se presenta a sí mismo como la vid, pero no solamente la vid, sino como la vid verdadera. Al hacer tanto énfasis en esto, está subrayando la realización de las promesas de Dios, además de que esta definición se encuentra en perfecta sintonía con otras más que ya había dicho antes, como yo soy la luz verdadera (1,9) o el verdadero pan del cielo (6,32).
Respecto del viñador que es el Padre, es necesario destacar dos operaciones concretas, la de cortar y limpiar. Este señor, arranca los sarmientos estériles para que no se desperdicie la savia, mientras que conserva y poda los que dan fruto para que den más. San Justino Mártir decía: “Se nos decapita, se nos clava en cruces, se nos arroja a las fieras, a la cárcel, al fuego y se nos somete a toda clase de tormentos; pero a la vista de todos está que no apostatamos de nuestra fe. Antes bien cuando mayores son los sufrimientos, tanto más se multiplican los que abrazan la fe y la piedad por el nombre de Jesús”. (Cf Justino Mártir, Diálogo con Trifón, 110,4). De aquí podríamos precisar que podar la vid, no significa destruirla sino más bien permitirle dar en abundancia. Juan por tanto nos está hablando del georgós en griego, es decir del cultivador que se preocupa personalmente por la viña y lo demuestra a través de su trabajo. San Cirilo de Alejandría decía al respecto: “Con grandísimo acierto, el Salvador llamó agricultor al Padre, y no sería en absoluto difícil el porqué de esto: para que nadie pueda pensar que sólo el Unigénito cuida de nosotros. Por eso representó a Dios Padre como colaborador.” (Cf. Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Juan, 10,2)
Todo sarmiento que esté vivo, tiene que dar fruto, es decir, todo miembro tiene un crecimiento que efectuar y una misión que cumplir. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, sino permanece en la vid, así tampoco los discípulos sino permanecen en el Señor. Claramente se nos está diciendo que éstos no tienen existencia fuera de la vid. De aquí se deduce la urgencia de permanecer siempre unidos a Cristo. San Clemente de Alejandría decía: “La vid produce el vino, como el Logos da la sangre, y ambos son bebida saludable para el hombre: el vino para el cuerpo; la sangre para el alma”. (Cf. Clemente de Alejandría. El Pedagogo, I, 15,3).
Permanezcan en mí…
Estas palabras no significa simplemente estar junto a o con, sino ser en. Este verbo señala la unión íntima entre Jesús y sus discípulos. El sarmiento no tiene vida propia y por tanto no puede dar fruto por sí solo, necesita la savia que se le trasmite por Jesús. Interrumpir la relación con Jesús significa cortarse de la fuente de la vida y reducirse a la esterilidad. La ausencia de fruto delata la falta de unión con Jesús; por eso quien renuncia a amar, renuncia a vivir. Por esta razón, el evangelio pone de manifiesto la suerte de los sarmientos cortados; que en pocas palabras son un desecho, los recogen y los echan al fuego para ser quemados.
Con todo esto que nos ha enseñado Jesús, es fácil comprender que todo hombre al margen de él está destinado a morir. Esta es una verdad que no escapa de nuestra realidad. La actualidad nos muestra cada día una sociedad que busca deshacerse de Dios de todas las formas posible. Muchas ideologías adoctrinan a las personas para originar en ellos un odio despiadado hacia lo religioso y sobre todo hacia lo católico. Es cierto que la iglesia se ha esforzado por mantenerse fiel a las enseñanzas de Jesús, y por ello ha tenido que pagar a veces un precio muy alto, pero eso no ha dado pie para separase de su Señor, incluso cuando algunos miembros de ella, han trazado otro camino, Dios suscita hombres y mujeres heroicos, que muestran cual es el verdadero rumbo que debe tomar. Por eso lejos de abandonar el mensaje de la salvación, tales confrontaciones le han servido para profesar y reafirmar su compromiso con Dios, de otra forma seria difícil de explicar cómo ha sido posible que pese a tantas adversidades la iglesia siga vigente. Por su parte los místicos han dado otro ejemplo heroico de lo que significa estar unidos a Jesús, prueba de ello lo podemos constar en los éxtasis de Santa Teresa de Jesús, cuya experiencia se ve reflejada en sus escritos. Mismos que al más alto nivel de la poesía expresan lo siguiente: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta”. Estas palabras de una de las más grandes doctoras de la iglesia siguen resonando a lo largo y ancho de todo el planeta despertando en la vida de muchos cristianos, un profundo deseo de permanecer siempre unidos a Cristo.
No olvidemos que cada uno tiene la tarea de esforzarse por mantenerse unido a Jesús, como el sarmiento a la vid, y así mismo, ayudar a otros a cumplir con este propósito. Los padres de familia por su parte adquieren el valioso compromiso de educar en la fe a sus hijos. Y así como buenos sarmientos podrán dar frutos a través de ellos. Por eso papás, no permitan que un celular tenga más contacto con sus pequeños que ustedes mismos. No dejen que sus hijos se deshumanicen por el uso excesivo de tecnología, con el tiempo, el precio de esto puede ser muy alto. En cambio cuando pese al trabajo el papá y la mamá buscan los momentos para estar unidos a los hijos, ese vínculo familiar no se podrá romper con facilidad. Por eso, la insistencia de permanecer en Dios recae en el desafío de que siempre habrá muchas fuerzas en la vida que intentarán separarnos de él, pero si nos mantenemos fieles al Señor, cuando el Padre Dios nos pode, sabremos que será para dar más fruto.