domingo, noviembre 17, 2024
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Por: P. Rodolfo Orosco Gil

Roma, Italia.

Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.

Jesús sigue recorriendo los pueblos, sólo que ahora centra su atención en formar a sus alumnos.  No se presenta como el Mesías glorioso y potente al que todos deben atender, sino como el Mesías humilde que recorre los caminos mostrándose como el siervo de Yahvé. Esta acción de instruir en el imperfecto, indica una acción continuada en la que se entiende que Jesús siempre instruye.

Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; después de muerto, a los tres días resucitará».

Estamos ante la segunda de las tres predicciones de la pasión muerte y resurrección del Señor. Aunque esto ya lo habían escuchado, seguía resultando difícil comprender el sentido de la muerte del Mesías; pero no debemos de olvidar que esto también conlleva el testimoniar la potencia de su resurrección.

Pero no entendían lo que decía y les daba miedo preguntarle.

Recordemos que ante el primer anuncio de la Pasión, la reacción de Pedro fue de reprender a Jesús por lo que había dicho, a lo que desde luego hubo una inmediata respuesta de parte del Señor, y ésta fue aún más fuerte que la que Pedro le hizo. Por eso no es de extrañar que ahora callen, ya que siguen sin entender lo que ha dicho Jesús.

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: « ¿De qué discutían por el camino?». Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.

Probablemente la casa a la que llegan es a la de Pedro, en Marcos es símbolo de la Iglesia. Estos versos nos siguen insistiendo en que los discípulos no han entendido nada, ya que en el camino su discusión ha versado sobre quien es el más importante, pero su reacción también deja entre ver que al momento de preguntarles Jesús el tema de su conversación comprendieron por lo menos que por lo que habían debatido tanto, está completamente fuera de lo que les ha enseñado, es decir se dan cuenta que su comportamiento va en sentido contrario de la predicación del Señor, quizás eso explica el silencio al momento de ser cuestionados.

¿Qué tiene de relevante la discusión de los discípulos? Aparentemente nada de malo, sin embargo viendo con claridad esta actitud en ellos, en el fondo se hace notar que al pensar de esta manera están expresando su desprecio a quienes consideran menos importantes o inferiores.

San Agustín al hablar de lo que significa verdaderamente ser grande, da un grandioso ejemplo diciendo lo siguiente:

Observen un árbol,  y como este busca la parte más baja para asegurar su grandeza, fija sus raíces en la profundidad, para prolongar su altura hacia el cielo, si tú quieres crecer y no tienes raíces, lo más seguro es que caerás.[1]

Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo:

«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».

Y tomando un niño lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado»

Como todo un maestro, Jesús se sienta y comienza a darles una extraordinaria lección. Y para ejemplificar sus palabras, toma a un niño y abiertamente dice que quien recibe a un niño en su nombre, lo recibe a él. En este punto, hagamos un paréntesis y pensemos muy a propósito de que en México en días pasados se despenalizó el aborto, ¿qué podría decirle alguien que se dice ser católico a Jesús que está a favor del aborto, cuando el mismo Señor ha puesto de ejemplo a los niños?; ¿cómo podría refutarle a Cristo, alguien que piensa que desechar una vida humana es un derecho?, ¿Qué diferencia hay entre esta nueva forma de  pensar y la de Hitler, quien se sentía con el derecho de decir quien vivía y quién no? Seguramente en el futuro las generaciones no comprenderán como la gente de nuestro tiempo llegó a pensar que asesinar a un niño en el vientre materno era algo licito, tal y como ahora para nosotros es increíble que en la antigüedad la esclavitud estaba permitida. Por eso, las palabras de Jesús son claras, recibir a un niño es recibirlo a él.

El Señor dijo estas palabras en medio de un mundo social y religioso que excluían a los niños, y a veces los cosificaban o instrumentalizaban, como lamentablemente sigue sucediendo en la actualidad. Por eso las palabras de Jesús resuenan con mayor fuerza, porque él decide reconocer el lugar que ellos tienen en la sociedad por derecho; es decir, el Señor está ejerciendo su autoridad para devolverles el reconocimiento que el hombre les había quitado y que era necesario restituirles.

Que Dios nos conceda de verdad ser humildes, para saber reconocer la presencia de Cristo entre los pequeños, y así ser parte de su reino. Y que nuestras ambiciones personales no destruyan la fraternidad y el servicio que el Señor nos ha enseñado.

[1] Cf. Agostino, Discorsi 117, 10,17.

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