Por Silvia del Valle
Últimamente, nos encontramos con situaciones muy complicadas en cuanto al estado de ánimo y la salud emocional de las personas que nos rodean y de los que tenemos en nuestro cuidado.
La situación actual nos ha mostrado la fragilidad humana y por lo mismo, ha puesto de manifiesto los recuerdos, las heridas de hechos pasados realizados por nosotros o por otros.
También nos ha hecho conciencia de qué hay agentes externos, como ideologías, espiritualidades falsas, actos negativos que nos duelen y que nos generan un tormento espiritual y que le abren la puerta a la acción del enemigo (demonio) en nuestra vida.
Es por esto que nosotros como papás tenemos una gran labor, pues debemos estar al pendiente de nuestros hijos, de su salud integral.
Pero… ¿cómo lo podemos lograr, si es una labor titánica?
Pues, la mejor forma es estar atentos de nuestros hijos y con una muy buena comunicación, por eso, hoy te dejo mis 5Tips para dar los primeros auxilios a nuestros hijos cuando tienen el corazón atormentado.
PRIMERO. Mantén la calma
Es necesario hacer acopio de paciencia es virtud para tener todo bajo control, empezando por nosotros mismos.
Si mamá está en control, la familia está bajo control, pero, si mamá está angustiada, desesperada deprimida; la familia completa lo estará, por eso es de vital importancia mantener la calma y ser objetivas.
De ser necesario, hay que respirar profundo, hacer una pausa y tomar fuerzas para tener la mente fría y poder ayudar a nuestros hijos de la mejor manera.
Una forma eficaz es pedir ayuda a quien todo lo puede, la oración edifica y nos centra. Cuando soy débil, entonces soy fuerte; pues me sostiene la gracia de Dios.
SEGUNDO. Revisa los signos vitales
Así como cuando tenemos una herida profunda debemos dar los primeros auxilios y observar lo que sucede; también en la parte espiritual y emocional hay que revisar los signos vitales que son:
La mirada. Cuando la mirada cambia, se vuelve apagada, sombría o llena de ira; es seguro que nuestros hijos están siendo atormentados y necesitan nuestra ayuda. La mirada es la ventana del alma.
Incomunicación. Comúnmente, tienen actitudes de evasión, de negación o de ensimismarse y no quieren convivir o compartir con la familia. Esto puede ser un signo de alerta.
Cambios súbitos de conducta. Se dan por la lucha interna que, sin darse cuenta, están viviendo; por eso, a veces pasa que están bromeando y sin razón aparente, se enojan por detalles insignificantes y hasta llegan a las groserías o a la rebeldía y tienen desplantes.
Aislamiento. Es uno de los síntomas más claros y contundentes de este grave tormento ya que con frecuencia caen en depresión o tienen sentimientos de culpa que quisieran ocultar a los demás, sin darse cuenta, que al aislarse se acrecienta el problema, pues dan oportunidad a la mente a volar y a la imaginación a magnificar las cosas.
Si estamos atentos a estos síntomas podemos atender con prontitud las necesidades de nuestros hijos.
TERCERO. Discierne las prioridades
Una vez que tenemos claro donde estamos parados, podemos ver qué es lo más urgente de atender.
Así que, hagamos una lista de las situaciones o problemas y luego tratemos de dar solución a cada una, con acciones concretas, que sean posibles y viables.
CUARTO. Ayúdanos a ubicar lo que sienten
Una vez que nosotros ubicamos y dimensionamos las cosas, es tiempo de tratar de que nuestros hijos las asumen; porque la herida que no se reconoce, no se puede sanar.
Pero este proceso requiere de nuestro cuidado y amor, ya que estamos tocando el alma de nuestros hijos. Así que, otra vez, debemos armarnos de paciencia y estar dispuestos a recibir negativas, evasiones y hasta groserías o insultos; ya que nuestros hijos no son del todo dueños de sus actos.
QUINTO. Diseña una estrategia de rescate
Cada uno de nuestros hijos es diferente, por lo que cada uno requiere soluciones y cuidados distintos.
Dependiendo del caso, ellos pueden ayudarnos encontrar las mejores soluciones y sobre todo a comprometerse a poner las manos a la obra.
Podemos escribir estas acciones en una libreta e ir revisando cada semana los avances o retrocesos, pues en estos casos; comúnmente damos pasos para adelante y también para atrás, pues hay factores externos que afectan la conducta de nuestros hijos.
Pero nosotros, debemos estar al pie del cañón y atentos para apoyar y sostener a nuestros hijos.
A veces, para sanar, debemos provocar algo de dolor, pero pronto todo pasará y daremos gracias a Dios por su gran misericordia y bondad y nuestros hijos, podrán respirar; y retomar su vida libre de cualquier tormenta emocional o espiritual.
Recuerda que la estrategia debe ser 100% personalizada, así que… ¡Manos a la obra!