- Tiempo de espera y memoria de la primera y humilde venida del Salvador en nuestra carne mortal; tiempo de espera y súplica de la última y gloriosa venida de Cristo, Señor de la historia y Juez universal.
- Tiempo de conversión, a la cual invita con frecuencia la Liturgia de este tiempo, mediante la voz de los profetas y sobre todo de Juan Bautista: “Conviértanse, porque está cerca el Reino de los cielos” (Mt 3, 2).
- Tiempo de esperanza gozosa de que la salvación ya realizada por Cristo (cfr. Rom 8, 24-25) y las realidades de la gracia ya presentes en el mundo lleguen a su madurez y plenitud, por lo que la promesa se convertirá en posesión, la fe en visión y “nosotros seremos semejantes a Él porque le veremos tal cual es” (1Jn 3, 2).
(Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, no. 96)