domingo, noviembre 17, 2024
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EL SENTIDO PRÁCTICO DEL BAUTISMO

Por: P. Cristopher Cortés Pliego.

Ciertamente, al haber leído el título te habrá venido a la mente y al corazón que estas palabras son una paráfrasis de la oración del Padre nuestro, la misma que Jesús nos enseñó para que cotidianamente y en diversos momentos del día, invoquemos a Dios como nuestro Padre y nos pongamos en sus manos llenos de total confianza. Y es que, aunque no lo parezca, nuestro Bautismo es uno de los sacramentos que vivimos día con día y que no es algo que se haya quedado en el pasado, en un momento de nuestra infancia o niñez que muchas veces no recordamos.

Así como vivimos cada día en este mundo aunque no recordemos el momento y la manera de nuestro nacimiento, así también vivimos nuestro Bautismo porque no hay día que no seamos hijos de Dios: cada momento de nuestra existencia está marcado por la gracia que vino sobre nosotros cuando el sacerdote, el obispo o el diácono – o en el caso de que haya sido porque estuvimos en peligro de muerte alguna enfermera, médico, catequista, nuestra abuela, incluso nuestros propios padres – derramaron el agua sobre nosotros mientras nos decían las palabras del evangelio de san Mateo 28, 19 “Yo te bautizo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.

            Sin embargo, como sucede con la vida simplemente humana, no basta con que hayamos nacido: necesitamos irnos humanizando, desarrollando, creciendo, aprendiendo, cultivándonos, adquiriendo valores, educación, lazos afectivos, sentido de vida, etc. De igual manera no basta con que en el Bautismo,  como lo dice Jesús respondiéndole a Nicodemo en su diálogo del evangelio de Juan 3, 5 – 8, con que hayamos nacido de lo alto, sino que hace falta que vayamos creciendo en Cristo y que este desarrollo sea una constante en nuestra vida.

Tal vez uno de los problemas más profundos en nuestra vida es pensar que la fe es cuestión de momentos y que cada sacramento es como una especie de cartilla de vacunación que hay que llenar y que, una vez que la hemos completado, podemos olvidar en cualquier cajón de nuestro ropero, y la verdad es que esto no es así: LOS SACRAMENTOS SON VIDA y, por lo tanto, no pueden quedarse archivados en nuestro pasado, sino vivirse en el presente.

La base bíblica de todo esto la podemos encontrar específicamente en el texto de Efesios 4, 13 – 15 “hasta que todos alcancemos la unidad en la fe y el conocimiento del Hijo de Dios y lleguemos a ser el Hombre perfecto, con esa madurez que no es menos que la plenitud de Cristo. Entonces no seremos ya niños a los que mueve cualquier oleaje o viento de doctrina o cualquier invento de personas astutas, expertas en el arte de engañar. Estaremos en la verdad y el amor, e iremos creciendo cada vez más para alcanzar a aquel que es la cabeza, Cristo. Él hace que el cuerpo crezca, con una red de articulaciones que le dan armonía y firmeza, tomando en cuenta y valorizando las capacidades de cada uno. Y así el cuerpo se va construyendo en el amor”.

Si la palabra “Bautismo” significa originalmente sumergimiento, luego entonces no podemos quedarnos en la superficie, sino que necesitamos ir más y más adentro del Misterio de la Trinidad en el cual fuimos adentrados. Por esta razón es que el Bautismo nuestro de cada día implica comenzar nuestra jornada en el Nombre de Dios, realizar nuestro trabajo en casa, en la empresa, en la escuela, en el taller, en el campo, en la biblioteca con el sello de que somos hijos de Dios, es decir haciendo nuestra labor con la conciencia y la dedicación que Dios y nuestros hermanos se merecen. Cuando vivimos nuestro bautismo diariamente procuramos formarnos escuchando la Palabra de Dios, leyendo el Catecismo de la Iglesia Católica, para no dejarnos en volver por cualquier fanático ni mucho menos por cualquier ateo, que piensan tener la razón de su lado y pretenden envolvernos en sus enredos y sinsentidos. Cuando vivimos nuestro bautismo día con día, procuramos dar razón de nuestra esperanza y de nuestras convicciones y, por lo tanto, nuestra actitud ante crímenes como el aborto, los asesinatos, el narcotráfico, la injusticia social, la esclavitud laboral, la manipulación política, la moral sexual, etc. no está basada en una ideología o en una teoría partidista, sino que está fundamentada en la experiencia del encuentro con Jesucristo vivo que le da a nuestra vida un horizonte y un sentido que logra mirar en lo profundo de la dignidad de cada persona y la mira como un Don de Dios llamado a ser cada vez más y más grande.

No de balde, antes de ser sumergidos en Dios, es decir, antes de ser bautizados renunciamos a Satanás, a sus obras y seducciones y esta decisión necesitamos renovarla cada día, no por miedo ni por absurda inquietud, sino porque sólo renunciando a todo lo que nos separa de nuestro auténtico ser Hijos de Dios es que puede resplandecer  la Luz de Cristo en nosotros para que quienes nos vean den Gloria al Padre que está en los cielos (Cfr. Mt 5, 13 – 16).

Que vivamos, pues, nuestro Bautismo día con día.

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