EL TIEMPO QUE NO ES ORDINARIO
Por: Alba Juárez Amador.
Colaboradora.
Cuando escuchas sobre los “tiempos litúrgicos”, estas palabras se refieren a los “tiempos” en los que durante las celebraciones Eucarísticas escuchamos de la Palabra de Dios los acontecimientos de la vida de Jesús, los cuales meditamos y profundizamos.
Durante todo el año consideramos lo que se conoce como “calendario litúrgico” y en este existen: el tiempo de Adviento, de Navidad, el de Pascua, Semana Santa y Tiempo Ordinario, entre otros.
No es que sea común o usual, es un tiempo para estar al tanto acerca de la vida “ordinaria” de Jesús, es decir, escucharemos del Evangelio: los milagros que realizó, los sitios a los que fue, las actividades que compartía con los discípulos; durante el tiempo ordinario no hay un misterio específico que profundicemos, se trata de acompañar al Hijo de Dios en el avanzar de su vida.
Este periodo dura entre dura entre 34 ó 33 semanas, es el más largo del año; el color que se usa en el templo y que usa el sacerdote durante las celebraciones es el verde.
Como ya has podido observar, el tiempo ordinario comenzó después de la fiesta del Bautismo del Señor y concluirá con la Solemnidad de Cristo Rey del Universo. Aunque lleva el nombre de ordinario, este debe ser un tiempo en el que debemos aprender y meditar para encontrar a Dios también en nuestros acontecimientos diarios.
Sí es un tiempo que hay que distinguir entre los tiempos “fuertes” en los que tendemos a la conversión o al arrepentimiento, el tiempo ordinario es un periodo durante el cual observaremos a Jesús crecer en gracia ante la mirada de su Padre y su misión, de un Jesús joven, seremos testigos de un Jesús en su vida de adulto que busca sólo brindarse a los hombres y así como Él nos enseña también a madurar, nosotros como católicos debemos asumir ese papel para también buscar crecer y madurar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, y sobre todo, cumplir con gozo la voluntad de Dios.
Para vivir este “Tiempo Ordinario” como algo especial, debemos pedir a Dios su Gracia y buscarla tratando de ser mejores en nuestro ordinario propio: nuestras actividades, el estudio o el trabajo; el matrimonio o la soltería; la vida espiritual, el trato que le damos a los demás, cómo hablamos de ellos y nos comportamos con nuestros más cercanos o lejanos, también en nuestros sufrimientos, éxitos y fracasos. Esta es una ¡excelente oportunidad! Porque seguramente tenemos mucho que cambiar y mejorar, muchas virtudes podemos ejercitar en estas semanas.
Aunque ahora vivimos el tiempo ordinario, en el año se divide en dos periodos: uno, desde después de la Epifanía y el bautismo del Señor hasta el comienzo de la Cuaresma, y el segundo, desde después de Pentecostés hasta el Adviento, semanas durante las cuales podemos conocer, adorar, seguir y poner a Jesús en el centro de nuestras elecciones cotidianas.
El Papa Francisco nos invita que durante este Tiempo Ordinario, busquemos ser santos para santificar y elevar a nuestro mundo, “aprendamos de Ti (Jesús) a cómo comportarnos con tu Padre, con los demás, con los acontecimientos prósperos o adversos de la vida. Vamos contigo, ¿a quién temeremos?