El Dogma de la maternidad divina de María
Por: Raúl Alonso
María Madre de Dios
Los padres griegos aplicaron a María el título Theotokos (portadora de Dios) ya en el siglo III. Los concilios de Éfeso y de Calcedonia defendieron este título. En Occidente, María fue venerada de forma similar como Dei Genitrix (Madre de Dios). En el antiguo canon romano es conmemorada como la “siempre virgen madre de Jesucristo nuestro Señor y Dios”.
En palabras del papa Pablo VI, “el tiempo de navidad es una conmemoración prolongada de la maternidad divina, virginal y salvífica de aquella cuya virginidad inviolada dio el Salvador al mundo”. La fiesta de la maternidad Divina es un resumen y una exaltación de este misterio. Tiene por finalidad “exaltar la singular dignidad que este misterio reporta a la santa Madre a través de la cual recibimos al Autor de la vida (Marialis cultus, 5).
Además de su función como “Portadora de Dios”, está su maternidad espiritual respecto de la humanidad. Como Eva fue la “madre de todos los hombres” en el orden natural, María es madre de todos los hombres en el orden de la gracia. Al dar a luz a su primogénito, parió también espiritualmente a quienes pertenecerían a él, a los que serían incorporados a él y se convertirían así en miembros suyos. Él es el “primogénito entre muchos hermanos”, la Cabeza de la humanidad redimida, el representante de la humanidad que une todas las cosas en él.
El dogma: María es Madre de Dios
Un dogma es una verdad que pertenece al campo de la fe, que ha sido revelada por Dios, transmitida desde los Apóstoles ya a través de la Escritura, ya de la Tradición, y propuesta por la Iglesia para su aceptación por parte de los fieles. Brevemente, “dogma” puede ser definido como una verdad revelada definida por la Iglesia.
La definición dogmática de la maternidad divina de María es como sigue:
Concilio de Éfeso. En este concilio en el año 431 se definió solemnemente para que no hubiera duda alguna: “Si alguno que no confesare que Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y por lo tanto la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema”.
María es verdadera Madre, ya que ella fue participe de la formación de la naturaleza humana de Cristo, de la misma manera en la que todas las madres contribuyen a la formación del fruto de sus entrañas. María es verdadera Madre porque Jesús es verdadero hombre.
Jesús no necesitaba a una madre para venir a salvar a los hombres, y aun así la tuvo. Éste sin duda es el mayor y principal dogma mariano, al aceptarlo se acepta que María es verdadera Madre y verdadera Madre de Dios.
Una manera muy simple y lógica de demostrar la Maternidad Divina es considerar que el Verbo es eterno, siempre ha existido, y es Dios. Juan 1,1 lo afirma: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”.
Por tanto el Verbo es una persona Divina, y Eterna, que es mandado por Dios Padre a ser concebido en el vientre de María y esto se logra por obra del Espíritu Santo. “El ángel le respondió: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 35).
San Pablo explica que Cristo “se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres” (Filipenses 2, 7); por tanto el Verbo Eterno, Dios por siempre, segunda persona de la Trinidad siempre tuvo la naturaleza Divina, y en el momento de tomar carne sigue siendo la misma persona tomando una nueva naturaleza, la humana.
Siendo que las madres paren a personas no a naturalezas, María dio a luz a Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Por tanto es válido decir que María es Madre de Dios, la Theotokos.
Además recordamos las palabras de Isabel, quien habiendo quedado llena del Espíritu Santo saluda a María. Esto es relevante ya que no fue una obra humana, fue Dios mismo quien la guió para expresarse, Isabel bendice a María y después al bebé en su vientre: ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a mí? (Lucas 1, 43).
En el Magisterio de la Iglesia
El Magisterio ha sostenido de manera unánime e ininterrumpida este dogma: “María sabe que el que lleva por nombre Jesús ha sido llamado por el Ángel Hijo del Altísimo (Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre Lc 1, 32). María sabe que lo ha concebido y dado a luz “sin conocer varón”, por obra del Espíritu Santo, con el poder del Altísimo, que ha extendido su sombra sobre Ella (cfr. Lc 1,35). María sabe que el Hijo dado a luz virginalmente, es precisamente aquel “Santo”, “el Hijo de Dios”, del que le ha hablado el Ángel (Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mater, no. 17).
Finalmente, el Concilio Vaticano afirma: “Y, ciertamente, desde los tiempos más antiguos, la Santa Virgen es venerada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y necesidades… Y las diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios, hacen que, al ser honrada la Madre, el Hijo por razón del cual son todas las cosas, sea mejor conocido, amado, glorificado, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos” (LG 66).