miércoles, abril 24, 2024
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Viviendo en nosotros el desierto y triunfo de Jesús

 Por: Padre Francisco de la Rosa

La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se impone a los niños y a los adultos.

 

La ceniza no es un rito mágico, no nos quita nuestros pecados, para ello tenemos el sacramento de la Reconciliación.

Es un signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión. Es el inicio del camino Cuaresmal, para acompañar a Jesús desde su desierto hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección.

 

La Liturgia del día

La Liturgia de Miércoles de Ceniza es doble: imposición de la ceniza y el sacrificio eucarístico. La ceniza se imponía en la iglesia de la Colecta o Reunión, es decir, la de Santa Anastasia. El sacrificio era celebrado en la iglesia de la Estación, la de Santa Sabina, que se alzaba en el Monte Aventino. Llevando la ceniza sobre sus cabezas, el Papa y los cristianos de Roma iban de Santa Atanasia a Santa Sabina, con los pies descalzos, implorando misericordia.

 

“Para empezar los ejercicios de la milicia cristiana con el santo ayuno de la Cuaresma y para luchar con los espíritus del mal con las armas de la abstinencia” (Bendición de las cenizas).

El uso de la ceniza ha permanecido desde los tiempos de la penitencia pública, a la que eran sometidos los pecadores en los primeros siglos. Antes de ser apartado de los fieles, el pecador era salpicado con cenizas, símbolo de penitencia, y vestido con el humilde hábito penitencial. Al suprimirse el uso de la penitencia pública alrededor del año 1000, la ceremonia se extendió a todos los cristianos. Todo cristiano fervoroso debía presentarse con humildad de espíritu de penitencia a recibir la ceniza y a escuchar las palabras que pronuncia el sacerdote al imponerla: “Acuérdate, hombre, que eres polvo y que al polvo tornas” y “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.

Signo de actitud del corazón

El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero y profundo símbolo de las Cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza, propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica. El gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual.

 

Inicia la Cuaresma

La Cuaresma es el tiempo que precede y dispone a la celebración de la Pascua. Tiempo de escucha de la Palabra de Dios y de conversión, de preparación y de memoria del Bautismo, de reconciliación con Dios y con los hermanos, de recurso más frecuente a las “armas de la penitencia cristiana”: la Oración, el Ayuno y la Caridad (cfr. Mt 6, 1-6.16-18).

En el ámbito de la piedad popular, en la Cuaresma se deben asimilar los grandes valores y temas, como la relación entre el “sacramento de los cuarenta días” y los sacramentos de la Iniciación cristiana, o el misterio del “éxodo”, presente a lo largo de todo el itinerario cuaresmal.

Según una constante de la piedad popular, que tiende a centrarse en los misterios de la humanidad de Cristo, en la Cuaresma los fieles concentran su atención en la Pasión y Muerte del Señor, exaltando el evento Cristo, ungido del Padre, quien cumple su promesa redentora en la Resurrección y la solemne Cincuentena Pascual, llamada también pascua florida, creando y celebrando una visión de conjunto: “Cuaresma-Pascua”.

El período de Cuaresma fue usado para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.

Esfuerzo evangélico y coherencia de vida

A pesar de la secularización de la sociedad contemporánea, el pueblo cristiano advierte claramente que durante la Cuaresma hay que dirigir el espíritu hacia las realidades que son verdaderamente importantes, que hace falta un esfuerzo evangélico y una coherencia de vida, traducida en buenas obras concretas, en forma de renuncia a lo superfluo y suntuoso, en expresiones de solidaridad con los que sufren y con los necesitados.

También los fieles que frecuentan poco los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía saben, por una larga tradición eclesial, que el tiempo de Cuaresma-Pascua está en relación con el precepto de la Iglesia de confesar lo propios pecados graves, superando al menos una vez al año, preferentemente en el tiempo pascual.

La divergencia existente entre la concepción litúrgica y la visión popular de la Cuaresma no impide que el tiempo de los “Cuarenta días” sea un espacio propicio para una interacción fecunda entre liturgia-catequesis y piedad popular.

 

La piedad popular

Un ejemplo de esta interacción lo tenemos en el hecho de que la piedad popular favorece algunos días, algunos ejercicios de piedad y algunas actividades apostólicas y caritativas, que la misma Liturgia cuaresmal provee y recomienda. La práctica del ayuno, tan característica desde la antigüedad en este tiempo litúrgico, es un “ejercicio” que libera voluntariamente de las necesidades de la vida terrena para redescubrir la necesidad de la vida que viene del cielo: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4; cfr. Dt 8, 3; Lc 4, 4; antífona de comunión del I Domingo de Cuaresma).

 

El Misterio Pascual

La expresión existía en la Liturgia: Jesucristo, tu Hijo, en favor nuestro instituyó por medio de su sangre el Misterio Pascual (Viernes Santo, primera oración); para celebrar dignamente el Misterio Pascual (jueves tercero de Cuaresma). Per, puede existir el peligro de que para algunos la frase se convierta en un “slogan” bonito, pero vacío de sentido y de vivencia.

“Misterio Pascual” viene a expresar lo mismo que “Misterio de la Redención”, pero de manera:

más concreta: porque centra la atención, no en un concepto, sino en el gran acontecimiento que constituye la muerte y la resurrección de Cristo;

más completa: porque no considera sólo la muerte de Cristo, sino también su resurrección, ambas como única intervención salvadora del poder de Dios;

más dinámica: porque hace resaltar el paso poderoso de la muerte a la vida.

Para Cristo, el Misterio Pascual es su paso triunfal de la muerte a la Vida, el misterio total de su Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión.

 

Exhortación

La Cuaresma, iniciada con el Miércoles de Ceniza, debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a dónde vamos, de analizar cómo es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los seres que nos rodean.

En esta jornada, al reflexionar sobre nuestra vida, debemos convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos al sacramento de la Reconciliación (también llamado confesión) que, como su nombre lo dice, representa reconciliarnos con Dios y convertirnos internamente, integrada por el arrepentimiento, la Confesión de nuestros pecados, la Penitencia y finalmente la Conversión.

Terminemos este tiempo en la Iglesia, recorriendo al revés nuestra frase inicial, diciendo que debemos escuchar y leer el Evangelio, meditarlo y creer en Él y, con ello, convertir nuestra vida, en evangelizados y evangelizadores, transmitiendo su mensaje con nuestras acciones y nuestras palabras, para vivir nuestra propia pascua.

 

El arrepentimiento debe ser sincero, reconociendo las faltas que hemos cometido y que tenemos el firme propósito de no volverlas a cometer, para que la conversión sea real en el seguimiento a Jesús.

 

DATO:

Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior.

Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.

 

Para reflexionar de la mano del Catecismo de la Iglesia Católica

El Año Litúrgico es un camino de fe, que nos invita a celebrar y vivir el Misterio Pascual de Cristo. Por lo que se ofrece un proceso de reflexión en cuatro días, comenzando el Miércoles de Ceniza, desde las fuentes litúrgicas, bíblicas, magisteriales, patrísticas y proyección social: Cuaresma-Pascua, para meditar y compartir en nuestras realidades pastorales.

 

Miércoles de Ceniza

La penitencia interior

1430, 1431, 1433

 

Jueves después de Ceniza

La conversión de los bautizados

1425-1429

 

Viernes después de Ceniza

Reconciliación con Dios y con la Iglesia

1440-1445

 

Sábado después de Ceniza

El sacramento del perdón

1446-1449

 

 

Bibliografía

-Del libro IV De la función de santificar de la Iglesia

-Capítulo II De los días de penitencia

-Código de Derecho Canónico, cc. 1249-1253

-Sacrosanctum Concilium n.110

 

 

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